Estoy en Cracovia

Estoy en Cracovia. Debí haber escrito esas tres palabras hace exactamente tres meses, pero mejor tarde que nunca. Llegué una tarde lluviosa al aeropuerto más feo que he visto en mi vida-que, por cierto, acaba de ser remodelado-. Llegué una tarde lluviosa a un país que no conocía, rodeada de gente que hablaba un idioma extraño. Esperé por mis maletas y apenas pude bajarlas de la cinta transportadora; ahí empezó la desesperación. Cambiar dinero, decirle la dirección al taxi, registrarme en el dormitorio, fueron tareas realizadas a través de señas y ensayo y error -y yo que pensaba que en Europa todo el mundo hablaba inglés-. Llegué una tarde lluviosa a una habitación vacía; en ese momento me dí cuenta de que deseaba que mi compañera hubiese llegado, que estuviera instalada, que fuera amigable y, por supuesto, que hablara inglés. Pero no había llegado, no llegaría hasta 3 semanas después y hablaría sólo polaco. Pasé una semana caminando a todos lados porque no tenía ni idea de como funcionaba el sistema de transporte; gasté más dinero en taxis que en comida. Pasé dos semanas comiendo basura por falta de habilidad para cocinar y de ganas de hacerlo.

Parece terrible, pero el mal rato duró eso: un párrafo. Habiendo superado los inconvenientes arriba mencionados comenzó la verdadera experiencia. Estoy en Cracovia y es una tarde hermosa, con 9 grados de temperatura y a través de mi ventana veo el sol, los árboles, las nubes y el cielo azul, pero no por mucho, son las 2 y 30 de la tarde y la luz del sol se irá dentro de poco; debería estar afuera corriendo, disfrutando de la temperatura, pero son pocos los momentos en los que puedo escribir -me tomó tres meses encontrar uno- y quisiera aprovecharlo.

Julia y Sonia están de viaje; la primera en su casa, España, y la otra en Amsterdam, conociendo Europa. Tengo el cuarto para mi sola y no debo compartir el baño con otras 9 personas, porque todos están fuera recorriendo el mundo -ventajas de esperar por la beca y tener que quedarse en casa-. Sí, compartimos baño entre 10, niñas y niños, y como podrán imaginar, no es cómodo, pero yo he tenido suerte: mis niños son limpios y mis niñas medianamente organizadas. No solo tengo el baño y el cuarto para mí, sino que todo el primer piso de Akropol está fuera. 

El primer piso de DS3 Akropol es territorio Erasmus. Si eres una persona amable y social tu cuarto siempre estará lleno de vecinos y te darás cuenta de ello cuando necesites ir a un cuarto menos concurrido para dormir temprano. Nunca te falta comida: alguien siempre tendrá algo que darte o, en el peor de los casos, en la cocina habrá gente a la que robarle del plato. Ah, la cocina: lugar de ocio, de esparcimiento, de fiesta, de conversaciones profundas en la madrugada. La cocina es el sitio al que vas a cocinarte rápido y en el que terminas pasando tres horas mientras haces compañía a cualquiera que esté preparando su cena. Si tu cuarto está cerca de la cocina, nunca dormirás sin ruido. Hay que decirle adiós a los baños largos, porque hay que ser considerado; o a cambiarte la ropa con calma, porque o tu roomate está durmiendo o alguien quiere entrar al cuarto o están esperando por tí o simplemente perdiste la costumbre de tomarte las cosas con calma. Terminas olvidando que deberías cerrar el cuarto al salir; se deja abierto cuando una roomate se queda o cuando las tres se van; se deja abierto para ir a la cocina, para ir al mercado, para ir a clases. Si te vas de viaje, las llaves se quedan con algún vecino, para que cuide el cuarto como si fuera una casa -y para que se coma la comida que se va a dañar-. Cuando alguna de tus roomates quiera quedar con alguien en el cuarto, te conviertes en un refugiado político en el cuarto de tus amigos; y ellos saben que deben adoptarte, alimentarte y cuidarte el tiempo que sea necesario. Las recepcionistas… ¿cómo olvidarlas? Te terminan agarrando cariño, pero al principio te odian con todas sus fuerzas. Te odian cada vez que las despiertas a las 5 de la mañana para que abran la puerta; te odian cuando estás en la cocina haciendo ruido y las llaman para quejarse; te odian cuando sales en grupos grandes y cuando entras en grupos grandes; te odian cuando algún amigo de otro dormitorio se queda hasta tarde o cuando tú visitas y te quedas hasta tarde; te odian cuando no les hablas en polaco, te odian cuando les hablas en polaco… simplemente te odian. Y tú las odias a ellas. Es comprensible, somos enemigos naturales; son ellas las que deben lidiar con los borrachos y el ruido y las quejas. Pero en algún momento la relación cambia, nunca a una amistad, pero sí a una cansada resignación. En nuestro pequeño reino no hay secretos. No puedes tenerlos: todos saben quién entró en tu cuarto o dónde pasaste la noche o quién esta peleado con quién o quienes salieron y a dónde fueron. Nuestro piso es incestuoso -Erasmus es incestuoso- y, aunque suene  cliché,  somos una familia. No todos se caen bien, hay relaciones más estrechas que otras, a veces nos odiamos; justo como debe ser una familia.

Se me olvidan cosas, como el sistema de lavandería, y no me refiero al sistema de reserva, sino a cómo todos terminamos lavando la ropa de los demás en algún momento: una toalla que olvidaron, unos calcetines que necesitan, la playera favorita. Y siempre tendrás a alguien que lave algo por tí. Se me olvidan cosas, estoy segura, como el hecho de que nunca te sientes solo, que siempre pasan cosas divertidas, el tema de los idiomas… pero son las 4 y el sol se fue y se llevó mi inspiración; ya habrá tiempo de hablar de todo…


Comentarios (1 comentarios)

  • flag-ve Ricardo Buenaño hace 8 años

    Hola!

    Soy Venezolano y pasaré la proxima temporada en Cracovia. Espero arrivar a la ciudad la semana siguiente. Estoy admitido en la residencia DS10. Nos vemos pronto.

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