Días 1 y 2: Córdoba

Hacia mediados de febrero de 2016 mi Erasmus en Madrid estaba llegando a su fin. Acababa de terminar los exámenes y me quedaban aún dos semanas de no hacer nada, ya que había pagado mi habitación hasta el 1 de marzo.

Sabía que los últimos días recibiría la visita de una amiga de Italia para pasar un poco de tiempo juntas y para ayudarme con el equipaje, así que me prometí a mí misma que me tomaría un tiempo para hacer un viaje en condiciones.

El destino estaba poco definido (Andalucía), al igual que la compañía (solo íbamos la amiga de una compañera de piso de mi amiga y yo), pero no me importaba. Tenía ganas de ir a un sitio nuevo, así que me puse de acuerdo con esta chica y en una fría mañana de lunes invernal, emprendimos la aventura.

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Para empezar, me tocó madrugar (me levanté a las 06:15, si no recuerdo mal) y pegarme una carrera de slalom cargada con un montón de equipaje por las oscuras callejuelas de La Latina para coger la línea verde del metro hasta la parada de Carabanchel. Allí me encontré con la otra chica, Daniela, y el tipo de Blablacar con el que habíamos quedado la noche anterior.

Era la primera vez que cogía un BlaBlaCar, la idea de montarme en el coche de un desconocido me inquietaba un poco, pero la verdad es estuve muy bien desde el primer momento. El tipo era agradable y las dos horas de viaje se pasaron volando, también porque me quedé durmiendo enseguida. El servicio es de fiar: en cuanto haces la reserva te proporcionan un código que tienes que darle al conductor cuando terminas el viaje para que pueda cobrar su cuota. Es decir, si la persona que ha reservado plaza no se presenta o en el peor de los casos, es un loco, siempre puedes anular el pago. El precio suele ser irrisorio en comparación con el del tren o cualquier otro medio de transporte. Creo que es muy cómodo y conveniente si lo que se quiere hacer es un tour low cost de varias etapas.

Llegamos a Córdoba sobre las 11. Tardamos un poco en encontrar el hostal, seguíamos medio dormidas.

El lugar se encontraba en una de las callejuelas del centro, cerca de la Mezquita y siendo sinceros, no era precisamente 'lo más'. Aunque la habitación nos costó unos 12 € por persona, por lo que no podía tratarse de un hotel de 5 estrellas. Mientras esperábamos para dejar el equipaje me impresionó mucho la estructura típica andaluza del patio interior del hostal. Era una especie de jardín con una fuente, plantas y azulejos de colores, rodeado de un edificio de varios pisos; cada piso se sostenía en una serie de arcos, mientras que la parte superior estaba cubierta por un toldo.

Justo después de instalarnos, tomamos algunas tapas en una terraza al aire libre y empezamos a recorrer la ciudad. Como no teníamos mapa y todo era muy improvisado, seguimos "nuestra intuición".

Cruzamos el Puente Romano que rodea la muralla de la ciudad sobre el río Guadalquivir, exploramos un jardín con palmeras y naranjos y admiramos los restos de antiguas columnas romanas de una plaza (el Templo Romano).

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He de admitir que Córdoba me sorprendió mucho más de lo que esperaba. Cada rincón, cada fachada de estilo morisco me dejaba boquiabierta. Más o menos me había hecho una idea de Andalucía y su cultura, pero vivirla en persona fue una cosa totalmente diferente. Era una España muy distinta de la que había experimentado los cuatro meses y medio anteriores: la influencia árabe era muy clara y me sentí como si estuviese soñando, suspendido en el tiempo.

Hay repartidos santuarios religiosos, muros decorativos con azulejos coloridos y pequeños patios (de los que me enamoré inmediatamente) por toda la ciudad. La Judería, el antiguo barrio judío situado junto a la Mezquita, es estupendo. Algunas calles son muy estrechas, con muros muy blancos y adornados con macetas azules de geranios rosas (es obligatorio ver "la Calleja de las Flores"). En los jardines interiores casi siempre hay mosaicos, pequeños arcos y fuentes, además de flores y plantas por todas partes. Se respira un ambiente que está a años luz del de Madrid.

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El primer día (aunque también el segundo) literalmente nos perdimos por las calles y por los patios de Córdoba, algo que recomiendo hacer a todo el que intente visitar la ciudad por primera vez. El centro no es enorme así que se puede visitar a pie perfectamente.

Recomiendo visitar también la Capilla de San Bartolomé (ahora forma parte de la Facultad de Filosofía y Letras), las iglesias más importantes (San Pablo y San Lorenzo) y la Plaza de la Corredera, que nosotras, sin embargo, solo vimos de pasada.

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Nuestro día concluyó en un bar de tapas, a las 23:00 volvimos al hostal. Era extraño, a esa hora apenas había gente por las silenciosas calles. De hecho, Córdoba no es una ciudad nocturna; es más bien tranquila para quien busca diversión y música en locales hasta las tantas de la noche. A nosotras en aquel momento no nos importaba mucho porque estábamos hechas polvo.

Dedicamos la mañana siguiente a visitar la Mezquita, una catedral católica en un edificio islámico del siglo VIII, y al Alcázar de los Reyes Católicos, un palacio-fortaleza construido por el rey Alfonso XI. Sobra decir que quedamos más que satisfechas en ambos sitios. La Mezquita me pareció enorme y muy particular, distinta a las habituales estructuras religiosas que acostumbramos a ver. El jardín del Alcázar era algo maravilloso entre tantos naranjos, setos, estanques con peces y la circundante estructura de piedra.

Serían el sol y aquel ambiente tan inusual, pero después de tanto tiempo puedo decir que Córdoba es la ciudad que más me ha marcado de Andalucía.

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Por la tarde fuimos a visitar nuestro último destino en la ciudad: el Palacio de Viana, palacio-museo de la antigua nobleza cordobesa. Preferimos visitar solo los doce patios en lugar de los salones interiores. Decidas lo que decidas ver, la visita es más que recomendable.

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Pasamos el resto de la tarde buscando desesperadamente un alojamiento, hotel u hostal cualquiera en el que pasar dos noches en Sevilla. No teníamos idea de cómo seguir el viaje. La intención era salir y "ver qué pasa", decidir en el momento cómo y a dónde ir. Nos sentamos en una mesa de un bar en el que había Wi-Fi y decidimos allí que la siguiente parada sería Sevilla. Nos pusimos a buscar y comparar precios en Booking con mi tableta.

No encontrábamos, nos preocupaba no llegar a encontrar nada para pasar la noche. Al final todo acabó bien, cogimos nuestras maletas y nos plantamos en la estación de Córdoba, rumbo a la capital de Andalucía.


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