Puertollano y alrededores adventures
Hola a todos y todas. En esta entrada vamos a hablar sobre mi experiencia en Castilla la Mancha. He visitado estas secas pero a la vez sorprendentes tierras en dos ocasiones. En esta os voy a hablar de la primera de la que iba acompañada de mi primo, amante confeso de esta zona y manchego de adopción (mental, puesto que salgo algún familiar relativamente lejano, poco más le une a estas tierras).
Pues eso, tras tensas y densas negociaciones para ir a estos parajes nos lanzamos a la aventura. He de decir que visitamos la zona de Puertollano y pueblos relativamente cercanos como Campo de Criptana o las Lagunas de Ruidera. Nos lanzamos a la aventura en esta primera ocasión con el mayor ánimo y el espíritu ancho, como ancha es castilla. Nuestra idea era la siguiente; íbamos en pleno verano, con una media de 38 grados fácil a la sombra, sin reservas en hoteles, sin guarida, sin refugio ni leches en vinagre. A full, a pecho descubierto, con la baraja de cartas mostrada. Un camping gas, una esterilla, un saco, enseres de cocina (indispensable) y multitud de ilusión por perdernos por caminos manchegos, explorar paisajes poco explorados y conquistar nuevas metas comprobando si podemos llegar a deshidratarnos explorando minas abandonadas en lugares remotos. Por ello ni cortos ni perezosos cogimos el coche, y zas, arrancamos hacia ese horizonte ignoto que nos aguardaba. El camino fue divertido, buena música, relax, grandes conversaciones, risas y expectación. Nos encontramos en un periquete en el punto acordado para empezar a mirar y explorar.
Ciertamente el viaje os lo voy a contar algo inconexo puesto que no recuerdo el orden de los acontecimientos, ni como hicimos las exploraciones pero en fin… que os valga. Primero he de decir, que Puertollano y alrededores en verano es…seco, seco de la releche, sequísimo, uno que es más costero y amante de lo acuático que una pescadilla se encontró un panorama duro, suerte que el agua no falto. Pero de verdad, tonos ocres, sol justiciero, y hierbas duras y muertas por comité de bienvenida.
Recuerdo que el primer día llegamos a Puertollano y decidimos subir la chimenea cuadrada. La chimenea cuadrada es una especie de rectángulo de rocas que se alza en la cima de una colina empinada y que servía antiguamente como puesto de vigilancia y observación, pues nada, llegamos al pueblo de marras y ni cortos ni perezosos nos acercamos a la colina en cuestión. Para llegar a sus zonas aledañas tuvimos que atravesar con el vehículo cuestas que serían envidia de Tenerife y alrededores, no os sé decir los dichosos grados de elevación que tenían, lo que si os puedo asegurar es que tu vas en bici cuesta abajo y te puedes pegar un bocazo que pierdas dientes, cara, brazos y de paso arrastres un autobús contigo. Increíble. Nos bajamos del coche que por cierto estaba atardeciendo-anocheciendo y empezaba a no verse ni pijo. Miramos el percal, nos miramos a nosotros, volvimos a mirar el percal, asentimos y nos dispusimos a subir. Mi primo tuvo la genial idea de decir:-Bueno y ya que estamos…¿Por qué no hacemos noche arriba? Como os dije anteriormente no disponíamos de albergue ni nada parecido. Así que, maldita sea, ya que estábamos, al lío. Cogimos todo, nos aseguramos que llevábamos en nuestros macutos lo indispensable para dormir y comer principalmente y nos pusimos a subir.
La escalada fue jodida para que nos vamos a engañar, si un día os animáis a hacerlo, en primer lugar hacerlo a la luz del día, en segundo lugar estudiar las rutas posibles, puesto que por culpa de la poca luz que empezábamos a tener, cogimos el camino más recto. El camino más recto, no quiere decir el más sencillo, ni el que se tardase menos. Estuvimos casi de escalada en algunos momentos, nos arañamos con plantas autóctonas que vete tu a saber, nos resbalamos, nos dimos ostias, nos gritamos un par de veces, (sobre todo yo) mi primo el jodio estaba más risueño. En fin, que nos costo un ratito subir, llegar, y no descalabrarnos en el intento. Eso si, cuando estábamos cerca y vimos el horizonte y el panorama que habíamos dejado abajo, una sensación de orgullo te invade sin remedio. “Ea, soy un crack que pedazo de escalada nos acabamos de meter en un periquete” pensabas mientras aún sufrías el escozor de las plantas pinchonas y el sudor recorría tu espalda. Es esa sensación parecida que tienes cuando acabas de hacer ejercicio y has cumplido con las expectativas que te habías impuesto. Voy a correr 50 minutos, voy a correr 50 minutos, voy a correr 50 minutos y voila lo has hecho, tu cuerpo te lo agradece, “muy bien campeón, toma tu chute de endorfinas” y ya te sientes todo un maratoniano por unos instantes.
En fin, estábamos allí arriba, la chimenea cuadrada a un tiro de distancia, Puertollano iluminado a nuestros pies, paisajes secos en las alturas hasta donde se pierde la vista, una sensación de poder escribir versos sobre esto y ser el amo literario, cuando de repente, un apretón. Señores, no mola nada en pleno verano y sin un vater decente cerca, sufrir de semejante traición por parte de tu cuerpo. Pero es lo que hay, no entraré en detalles, pero al menos llevaba papel.
Nos acercamos a la chimenea cuadrada y lo que me encontré es una estructura de pierda que superaba mi altura unas 3 veces y pintada con todo tipo de cosas. Desde esvásticas, hasta Pepe te amo, incluso una especie de poema algo confuso y con un cierto toque oscuro sobre dios, el Apocalipsis, las personas y el mundo. A este respecto, miré a mi compañero de fatigas (el también había sufrido la llamada de la naturaleza instantes antes), y le pregunté por ello. Él risueñamente, me sonrío y con un tono que delataba una absoluta indiferencia con esa mezcla risueña que tuvo en casi todo el viaje me comentó: -Oh, Ale, no te preocupes. Es que aparte de un picadero, a veces también duermen aquí gente que no tiene hogar, uno de ellos está algo loco, es bastante conocido en el pueblo, tiene tendencias extrañas, no escribe mal, ¿verdad? Mi pokerface fue épico.
No tengo nada en contra con quien la vida o ellos mismos ha tratado mal. Menos aún con los desamparados. Pero hombre, ese poema daba mal rollo. No quería despertarme a las 5 de la mañana con un tío cantando al lado mía cosas sobre el infierno y el fuego eterno, entenderme. Después de que rechazara mi petición de hacer guardia, nos dispusimos a entrar y acomodar el territorio. Pusimos las esterillas en orden, todo lo que viene a ser necesario para dormir al ras y poco más. Por dentro había pocos huecos y como ya decía aunque por la noche y en la cima, el calor amainaba algo, se podía dormir perfecto al aire libre.
Íbamos a cenar, cuando al sacar el dichoso camping gas que ocupaba espacio y pesaba medio quintal, y nuestras latas de cocinado rápido, observo a mi primo rebuscar como un loco entre sus bolsillos y pantalones. Lo miro, confuso y le pregunto: -¿Qué leches te pasa? A lo que me contesta…-No encuentro el mechero. Mi rostro se tenso, con la comida no se juega. Sin mechero no hay camping gas, sin camping gas, no podíamos alimentarnos decentemente. Tuvimos que tirar de latas de jamón y mierdas variadas que provocó que mi estomago me amonestara amargamente. Miré con odio a mi acompañante, planteándome si encender la hoguera provocando chispas con su rostro en el suelo, pero me rendí. Y sí, intente hacer fuego al estilo antepasado y no me salió. Antepasados 1-Ale 0. Lo gracioso del asunto es que al día siguiente a la mitad del camino de bajada, me salta con voz alegre…¡Oh Ale, no te lo vas a creer, llevaba el mechero encima! Y posteriormente enseñándomelo triunfal. Mis ganas homicidas fueron importantes en ese momento, pero en fin, continuaré con la historia en próximas entradas. El viaje fue muy divertido, y a pesar del tono negro que le meto, me harté de reír y de disfrutar de la experiencia, luego lo comparo con el segundo viaje y digo, joer, en el segundo fui más cómodo con una temperatura brutal, pero no fue tan mágico y con ese no se qué que que se yo tan especial.
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