En algún lugar del país de los molinos

Ha pasado más de la mitad de un año desde que empecé a trabajar de voluntario en Ciudad Real y la experiencia todavía no ha dejado de sorprenderme. Llegué aquí sin tener ni idea de lo que esperarme y la verdad que ha sido la mejor decisión que he tomado nunca. Por todas las personas que he conocido, los lugares en los que he estado o por todas las delicias culinarias que he probado durante estos meses puedo decir con seguridad que España es un país inesperado (a veces).

Durante mi estancia aquí he tenido la oportunidad de visitar la región, Castilla-La Mancha y observar con mis propios ojos las tierras que Miguel de Cervantes amó y respetó con todo su ser. Es un lugar cálido, lleno de personas con sangre caliente que te enamorarán con su pasión y su necesidad de ayudar a la comunidad. Es un territorio de innumerables fiestas y donde reina la ley de la siesta. Y para terminar, donde las tradiciones y la modernidad trabajan juntos por un futuro mejor.

Esta debería de ser la historia de cómo mi amigo se asustó como se encantó de Ciudad Real.

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Este es el lugar donde estoy llevando a cabo mi proyecto y se ha convertido en mi nuevo hogar lejos de mi origen. Aunque es una ciudad pequeña, siempre está llena de cosas nuevas que descubrir y si haces un amigo voluntario, te darás cuenta que hay algo nuevo que hacer casi cada semana. También hay que tener en cuenta el número de asociaciones que reúnen a la población con actividades al aire libre, que esto ya hacen de Ciudad Real un lugar muy dinámico.

Mi amigo vino a verme durante las vacaciones de Semana Santa. Y si vienes aquí en esas fechas, no te puedes perder los pasos, que si eres nuevo en España puede que te llene una sensación de confusión y de ilusión al mismo tiempo (ten en cuenta: No todo es lo que parece)

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Yo creo que la foto habla por sí misma. Imagínanos a las 2 de la mañana, solos.

Hablando de las cosas que no son como parecen, como si alguien se te acerca y te pregunta si quieres participar en una «carrera», no digas que sí al principio. No es una feria de trabajo ni nada relacionado con una carrera y como digas que sí seguramente acabes en una fría madrugada, vestido con unos vaqueros y una sudadera y preguntándote por qué hay tanta gente que se está preparando para correr. Mi amigo y yo lo tuvimos que aprender a las malas

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Y así acabamos sudados, reventados y muertos de hambre. En este punto de la visita, mi amigo vio una de las bellezas de La Mancha. A diferencia de otras regiones de España a las que he ido, Castilla-La Mancha es el único sitio donde la bebida viene con una tapa gratis. ¿Que por qué es genial? Depende del sitio al que vayas, un picoteo se puede convertir en una experiencia exquisita que te haga querer más y más. Y desde que sabemos cómo pegan el jamón y la cerveza cuando están juntos, como una relación perfecta (en el caso de que no sepáis lo que es el jamón... bueno, es una razón suficiente para visitar España).

Echad un vistazo a su belleza:

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Y ya os podéis hacer una idea de la reacción de mi amigo frente a su primera oferta de tapa más cerveza. Al final no sé quién estaba más feliz: Si mi amigo o el camarero viendo cómo mi amigo le pedía una tapa tras otra.

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Pero por si te lo preguntas: Como soy un amigo de verdad, ¿cómo podía seguir con esa tortura para mi amigo?

Bueno, pues cogí el camino más largo: «Cómo torturar a una persona hiperactiva en tres museos». Durante ese día nos aprovechamos de los descuentos y de los que eran gratis los miércoles y decidí que tenía que enseñarle el museo de arte en Ciudad real, donde le encantó la exhibición de fotografía y las pinturas religiosas, que están mezcladas con el arte nuevo (bueno, se le cambió un poco la cara cuando vio las pinturas nudistas). Una vez que salimos de allí, le llevé al museo de historia que una vez que llegamos a la Edad Media, habiendo empezado por el inicio del universo, me confesó que pensaba que le estaba llevando a una muerte lenta (aunque por lo menos le gustaba, incluso el esqueleto de mamut).

Como destino final, fuimos a la casa de un pintor famoso que también era un barón que vivía en Ciudad Real (a los que les interese, está justo al lado de la catedral). Ese fue el rincón que se llevó la atención de mi amigo, aunque no sé si fue gracias a las pinturas o a la guía del tour.

Al día siguiente, como primera parada, lo llevé al Museo de Quijote, que fue el lugar que le marcó. Tuvimos la suerte de estar presentes durante una obra de teatro (como se puede ver en la primera foto), pudo usar una hélice para hubiese el mismo sonido de hace años del viento, de las tormentas y los truenos en el escenario.

Y como sorpresita, el museo daba una pequeña página de historia en el tour. No os quiero arruinar la sorpresa, tan solo os puedo decir que viviréis en la época en la que se imprimió por primera vez el Quijote y, al final, viviréis el primer libro de «Don Quijote de la Mancha». Para todos aquellos que necesiten una razón para ir, os juro que mi amigo quería ir por segunda vez.

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Y por ahora esta historia acaba aquí. Quién sabe, puede que escriba sobre cómo le va en Madrid o cómo nos perdimos por el museo de la guerra en Toledo por más de 5 horas. Pero, por ahora, la dejo aquí.

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(aquí está él conociendo a su Miguel favorito)


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