Qué ver y hacer en El Vaticano
Qué ver y hacer en El Vaticano
¡Hola a todo el mundo! ¿Qué tal? Hoy os traigo una entrada que probablemente sea de gran interés. Se trata de El Vaticano, el país y monarquía más pequeños de Europa. Tuve la oportunidad de visitarlo cuando estuve en Roma, hace apenas un par de semanas. Generalmente existe mucha curiosidad por este país, este enclave en medio de la ciudad de Roma, especialmente a nivel turístico: cómo es, qué hacer, cuánto cuestan las entradas, etc. Por lo tanto, hoy os voy a contar mi experiencia e intentaré resolver todas las dudas que a mí me surgían. Sin enrollarme más, empezamos.
Información general
Antes de dar información relacionada con el turismo, creo que es importante conocer ciertos datos sobre El Vaticano. Para empezar, la extensión de El Vaticano es de apenas un kilómetro y en él viven 800 personas, aproximadamente. Como he dicho antes, el régimen de este país es la monarquía. Así, su máximo gobernante es el Papa, la máxima figura representativa de la Iglesia Católica. Aquí se encuentra también la máxima institución de la Iglesia Católica, que es la Santa Sede y esta se encarga de mantener las relaciones diplomáticas con el resto de países del mundo. Siendo así, este país tiene gran importancia para la las personas creyentes pues lugares como la Basílica de San Pedro o la Capilla Sixtina son lugares sagrados dedicados a la oración.
Podemos afirmar con rotundidad que muchos turistas visitan El Vaticano por motivos religiosos, pero lo cierto es que en este país tan pequeño también pueden contemplarse muchas obras de arte de gran valor e importancia, así que las motivaciones de los visitantes son distintas. La Capilla Sixtina o la Basílica de San Pedro no solo tienen importancia religiosa sino que también artísticamente pueden considerarse una obra de arte y estudio. Estos dos “monumentos” son los más famosos pero dentro de los Museos Vaticanos pueden encontrarse esculturas tan importantes como el Laocoonte y sus hijos, entre muchas otras. Además de esculturas, los Museos Vaticanos también guardan y exponen pinturas de gran interés artístico como La Escuela de Atenas o La creación de Adán. Grandes autores como Miguel Ángel, Rafael, Bernini, Botticelli o también Da Vinci estuvieron y trabajaron aquí, muchos de ellos al mismo tiempo así que el Vaticano era un centro artístico que albergaba a grandes artistas del Renacimiento. Así, es innegable que Los Museos Vaticanos contienen piezas de gran valor artístico, llevadas a cabo por los grandes genios de la época. Por lo tanto, aunque no seas una persona católica, si te gusta el arte, vale la pena pagar la entrada y entrar en este lugar de culto.
A continuación os explicaré qué obras de arte (pinturas y esculturas) y monumentos son imprescindibles para mí en esta visita. Inevitablemente, cada monumento y obra que forma parte del Vaticano va ligado necesariamente con la religión y el arte así que a lo largo de esta entrada iré explicando de cada uno de ellos su importancia artística y también religiosa.
La Basílica de San Pedro
Es el primer monumento que vemos al cruzar las puertas de la ciudad de El Vaticano. Dejamos atrás Italia y en cuanto pusimos un pie en El Vaticano, pudimos sentir que realmente estábamos en otro país. La atmósfera es totalmente diferente y nada tiene que ver con la mayoría de barrios y zonas de Roma. Esta iglesia es un lugar sagrado donde, de acuerdo el Catolicismo, está enterrado San Pedro, uno de los doce apóstoles.
Como os decía antes, esta basílica es un monumento artístico de gran importancia que a lo largo de la historia ha pasado por varios proyectos y varias etapas en las que han participado autores de renombre como son Miguel Ángel, Bernini o Bramante. Su estructura es imponente y esta se ve desde todos los miradores de Roma. Es preciosa especialmente por la noche cuando está completamente iluminada.
Entrada y vestimenta
Para entrar, afortunadamente la entrada es gratuita. Hay que hacer dos controles: un control de seguridad y un control de vestimenta. La cola que tuvimos que esperar no fue especialmente larga, unos veinte minutos. A pesar de que objetivamente no es mucho tiempo, a mí se me hizo eterna porque hacía un calor horrible y el sol me pegaba en toda la cara. El primer control de seguridad lo pasamos perfectamente. Simplemente tienes que meter tus pertenencias en una caja que es escaneada, como en el aeropuerto. Después tú misma/o pasas por un arco que detecta sirve para detectar si tienes algún tipo de droga o arma.
Después de este primer control, llega el control de vestimenta. En mi caso, no pude pasar la primera vez porque tenía pantalones cortos. El guardia me dijo que de ninguna manera podía pasar con los shorts así que tuve que buscarme la vida y encontrar algo para taparme. Por suerte, y como el turismo es un negocio, ya había por la zona varios vendedores que vendían pañuelos con dibujos de los diferentes monumentos de El Vaticano, especialmente para estas situaciones. Por suerte, el pañuelo me costó solamente tres euros, sorprendentemente, pues los vendedores normalmente suelen lucrarse ante este tipo de situaciones. Así, después de comprar este pañuelo, me lo até en las piernas, volví a hacer la cola, pasé los dos controles y pude entrar en La Basílica.
Como dato importante para las que me leéis, os quiero comentar que no pueden enseñarse ni los hombros ni llevar escote y tampoco enseñar tus rodillas. De hecho, uno de mis amigos llevaba los pantalones cortos con dobladillo hasta la mitad de las rodillas y el guardia de seguridad le dijo que tenía que deshacer el dobladillo para cubrir la rodilla al completo. Puede ser que para vosotras/os, estas medidas sean obvias, pero realmente con el calor que hacía en Roma aquel día, ni siquiera pensamos en el código de vestimenta. Incluso mis amigos que son de Roma y llevan viviendo allí toda la vida no se dieron cuenta de esto. De forma no sorprendente, muchas personas como yo tuvieron que comprarse esta especie de pañuelo para taparse. Al final se podía ver a muchas personas dentro de la Basílica con el mismo tipo de pañuelo. Al final, sinceramente, mejor fue comprarme un pañuelo que estar a 35 grados con pantalones largos, esperando durante veinte minutos en una cola donde el sol me achicharraba.
Antes de entrar a la Basílica
Pueden contemplarse dos grandes estatuas que presiden la basílica. Se trata de San Pedro y San Pablo, que sin duda llaman la atención, pues sus medidas son inmensas.
Dentro de la Basílica
Podría escribir páginas y páginas sobre la Basílica de San Pedro porque tuve que estudiarla en Segundo de Bachillerato y preparar este temario para Selectividad, pero ya que no quiero que esta entrada esté solamente centrada en arte, intentaré explicar brevemente los puntos artísticos más importantes que deben tenerse en cuenta una vez dentro de la Basílica.
La Piedad, de Miguel Ángel
Es la escultura más importante dentro de la Basílica. Esta escultura representa a la Virgen, joven y bella, que sostiene en sus brazos a Jesuscristo muerto, así que también representa la tristeza y el dolor. Esta escultura está detrás de una cristalera, rodeada por grupos de visitante cuyo guía turístico les explica todos los detalles de la obra. Concretamente, una historia curiosa es que un hombre de origen húngaro atacó esta obra con un martillo en su visita a la Basílica, gritando y afirmando que él mismo era Jesucristo resucitado. La escultura quedó altamente dañada, especialmente la Virgen y se inició, lógicamente, un proceso de restauración. De esta forma, es por eso que ahora está custodiada por el cristal anti-balas, que protege la obra de arte de Miguel Ángel ante cualquier intento de atentando.
El Baldaquino de la Basílica de San Pedro
Justo bajo la cúpula tan característica de la Basílica, nos encontramos el Baldaquino, una obra de Bernini que es una majestuosidad. Las cuatro columnas en forma de espiral, algo serpenteantes son el centro de todas las miradas. Todo el baldaquino está decorado por motivos religiosos, la mayoría de ellos de color dorado. Al final, la principal función de estas cuatro columnas no es solo decorativa y artística sino que también sirve de protección en el altar de San Pedro. Esta construcción es tan grande que realmente creo que todas las personas que estábamos allí nos sentíamos diminutas. Esta obra de Bernini es el centro de la Basílica y sin duda cumple con las expectativas de una obra de arte situada en la basílica que acoge a las manifestaciones religiosas más importantes del panorama católico.
El ambiente en la Basílica era silencioso. A pesar de haber mucha gente, casi podíamos escuchar el ruido de nuestros pasos. La gente se emocionaba y también fotografiaba cada rincón de la Basílica. De repente, el silencio se rompió con el canto de un coro que entonaba una melodía muy agradable. Todos los turistas nos arrimamos hacia donde más cerca nos podíamos estar para escucharlo de forma más clara. Fue una canción muy agradable que honestamente, no sé por qué tuvo lugar en aquel momento. Simplemente me limité a escuchar.
El resto de la Iglesia es enorme y alberga muchísimas obras de arte que requieren especial atención. Realmente un experto en arte puede pasarse horas y horas dentro, pero nosotros teníamos más puntos en nuestra ruta así que decidimos irnos para seguir observando y aprendiendo.
Los Museos Vaticanos
Este conjunto de museos está situado muy cerca de la Basílica. Hay que andar unos cinco o diez minutos hasta la entrada. Las reglas de vestimenta aquí son las mismas que os he contado antes así que no os despistéis. Durante toda la cola que hay que hacer hasta la recepción, hay bastantes vendedores con los pañuelos que ya están ahí a propósito porque saben que es una situación normal que la gente no piense en el “dress code”.
La Capilla Sixtina
Esta era nuestra principal motivación y atracción del día que estuvimos visitando El Vaticano. La visita a La Capilla Sixtina (y el resto de museos) para mí fue lo que hizo que este día mereciese la pena, pues fue lo que más me gustó con diferencia.
En cuanto a la entrada, hay varias tarifas. Mis amigos y yo decidimos pagar 33 euros por una entrada que incluía una visita guiada durante dos horas. Queríamos cogerla en español, pero no quedaban entradas libres así que la terminamos cogiendo en inglés. La visita empezaba a las 13:30 y quedamos en la recepción del museo con la guía y el resto de nuestro grupo. En total seríamos unas 20 personas, más o menos.
Nuestra guía era una mujer italiana de unos 50 años de edad que hablaba bastante bien inglés, con un ligero acento italiano. Esta mujer nos dio una grabadora que estaba conectada a un auricular donde podíamos escuchar perfectamente lo que ella nos iría explicando durante toda la visita.
La visita guiada empezó justo allí, en el punto donde nos reunimos. Así, sorprendentemente lo primero que nos explicó de la visita fue todo lo que se encontraba la Capilla Sixtina a través de un PowerPoint. Nos hizo una breve introducción de Miguel Ángel, su trayectoria artística y nos habló un poco de su personalidad. Después, en las diferentes diapositivas del PowerPoint ella iba poniendo planos detalle de diferentes partes de la pintura de El Juicio Final y las iba explicando. La razón por la que ella nos explicó todo esto al principio y no al final es porque dentro de la Capilla Sixtina se acumula muchísima gente (es el punto más popular de la visita) y se hace imposible explicar claramente lo que se ve. Hay algo de ruido y realmente apenas hay espacio para caminar.
A diferencia del resto de la visita, la Capilla Sixtina es lo único que se explica sin tener las pinturas delante. De esta forma, la Capilla Sixtina es lo primero que se explica y lo último que se visita, es la última sala por lo que tienes que memorizar y recordar todo lo que la guía dice al inicio de la visita para poder valorarlo al final. Para mí, hubiese sido infinitamente mejor si directamente en la Capilla nos hiciese allí un análisis, y no en la sala de recepción a través de las diapositivas de PowerPoint. Aun así, entiendo que esta sea la solución lógica al problema, porque explicar una lección de Historia del Arte de forma exhaustiva entre tanta gente tiene que ser algo casi imposible y realmente agotador.
Después de esta introducción al pintor y a su obra artística, empezamos el tour por los museos y sus diferentes salas. Accedimos a la parte superior del edificio a través de unas largas escaleras de forma de espiral cuyo entorno estaba adorando por pequeños barcos que le habían regalado al Papa desde Japón. Al llegar al final nos encontramos en esta especie de patio desde donde podíamos ver la Basílica de San Pedro. Aquí os dejo las fotos.
Justo después, fuimos al interior del museo donde nos encontramos en una sala repleta de esculturas. La guía nos explicó que antiguamente, este centro servía como una especie de sitio de prácticas para los artistas. Ellos disponían de becas y estaban aquí para estudiar e inspirarse entre todas las esculturas y diferentes obras de arte. De esta forma, estos museos y galerías solamente estaban abiertos exclusivamente para los artistas.
Después accedimos a este patio (fotografía siguiente) que ella nos dijo que era el “apartamento de verano” del Papa, literalmente.
Justo aquí en este lugar se encuentran dos de las esculturas que no os podéis perder si visitáis los Museos Vaticanos. Son el Laocoonte y sus hijos y también Apolo Belvedere. El Laocoonte es una escultura que expresa emoción, drama, músculos en tensión, está relacionado con la guerra de Troya. Es un estilo completamente diferente a lo que Miguel Ángel habituaba a hacer.
En cuanto a Apolo Belvedere, cabe destacar que es una copia griega y que curiosamente, no te mira directamente a los ojos porque es un Dios.
Después accedimos a una sala rotonda, que recuerda inevitablemente al Panteón. Aquí se encuentran diferentes esculturas importantes como son Hércules, hecho en bronce y diferentes emperadores romanos como Claudio, entre otros.
Curiosamente, el emperador que está enfrente de la entrada es Galba, pero en un principio se pensaba que era Julio César, así que por esa razón está enfrente de la puerta principal. A pesar de que fue una equivocación, curiosamente todavía sigue en esa posición.
Después accedimos a diferentes tipos de salas. En una de ellas había alfombras enormes que estaban colgadas por todas las paredes. En ellas se contaba la historia de Jesús, saliendo de la tumba o también diferentes etapas de la vida del gran Julio César.
En una de las alfombras (ver la fotografía siguiente) aparece Jesucristo representando a una de las técnicas más famosas inventadas por Da Vinci. Se trata de la técnica de los ojos y es que curiosamente, estés donde estés, los ojos de Jesucristo te siguen, a medida que te vas moviendo, como pasa también con La Mona Lisa. Podéis probarlo vosotras mismas desde vuestro dispositivo.
A continuación, visitamos una de las salas que más me gustó. Se trata una galería llena de mapas de Italia, a escala grande. Aparecían todas las regiones: Puglia, Nápoles, Roma, etc. Curiosamente, los colores del mapa eran mayoritariamente verde y azul, lo que combinaban con las vistas que se tenían desde la ventana. El verde de la tierra hacía juego con el color de las plantas y los árboles del jardín del papo. El color azul del mar representado en el mapa combinaba perfectamente con el azul del cielo. En el techo, había pinturas de temática religiosa. Por lo tanto, en esta sala había religión en el techo y geografía en la pared. Para mí, una de las mejores.
Acto seguido nos adentramos en el mundo de la pintura. Ya no había objetos de valor ni esculturas ni mapas por ninguna parte. Concretamente, todas las pinturas que vimos en la siguiente media hora pertenecían a Rafael. Nuestra guía nos explicó que Rafael fue un pintor muy importante en su época, más incluso que Miguel Ángel y que todo el mundo quería un cuadro pintado por él. Inevitablemente, la guía estaba comparando todo el tiempo a Miguel Ángel y a Rafael y se notaba que tenía cierta preferencia por el segundo, pues constantemente hacía comentarios que dejaban a Miguel Ángel no en muy buen lugar, podríamos decir. De Rafael destacó, entre otros muchos aspectos, los colores tan brillantes que utilizaba en sus pinturas, y que todavía a día de hoy no se sabe cómo este genio pudo conseguir estos matices y tonos.
Finalmente llegamos a una de las pinturas más famosas de Rafael que es “La Escuela de Atenas”. Me hizo una ilusión enorme verla por haberla estudiado hace algunos años. En él están representados los diferentes filósofos, en el centro Platón y Aristóteles. Justo en el extremo de la escalera, sentado con un brazo apoyado y escribiendo aparece Miguel Ángel, que Rafael lo pintó con unas botas que siempre llevaba, fuera invierno o verano.
Y ya acabando, entramos a la Capilla Sixtina, que es abrumadora e imponente. No está permitido sacar fotos así que no puedo mostraros ni una pequeña esquina de este lugar tan magnífico. Fue aquí donde tuvimos que recordar todo lo que nos había explicado la guía al principio. Pudimos ver partes del cuadro como La última cena, La Creación de Adán o El Juicio final. Mi preferido es El Juicio Final, donde aparecen representados el infierno y el cielo, pero se puede decir que es un cuadro con una visión positiva porque el infierno está representado nada más por una pequeña “puerta” abajo en el centro, casi invisible. En la Capilla Sixtina se puede observar toda la historia de Jesús, que o te la tienes que saber o te la tienen que explicar si quieres visitar verdaderamente de este lugar.
Finalmente, después de estar unos 15 minutos en la Capilla Sixtina, nos fuimos porque nuestra visita había terminado. Como conclusión, tengo que decir que para mí sí valió la pena pagar 33 euros por una visita guiada. Es mucho más dinámica y te explican datos muy interesantes y también curiosos. Es muy intensa y es muy difícil estar concentrada al cien por cien durante las dos horas, pero no cabe duda de que se aprende muchísimo. Lo que sí me hubiese gustado es que fuese un poco más lenta para admirar más lentamente todas las pinturas pero bueno, al final si tú quieres puedes retroceder a las diferentes salas de los Museos Vaticanos y pasarte el tiempo que quieras. Si no eres una experta en arte y quieres que tu dinero valga la pena, recomendaría contratar una guía sí o sí. Al final, una entrada sin guía son 17 euros y solamente tienes una grabadora que te va explicando todo. Es un proceso mucho más lento y creo que la diferencia de precio no es tan alta.
Y ya termino este post tan largo y exhaustivo. Después de esta visita, nos fuimos a tomar un café y a descansar en una de las orillas del Tíber. Las colas al sol y la clase de Historia del Arte dejan a una baldada. Como conclusión final, para mí solamente vale la pena visitar El Vaticano si sabes de arte o si eres una persona católica y realmente para ti tiene un significado especial estar allí. Por lo tanto, pensáoslo dos veces antes de invertir un día de vuestra visita aquí. Espero que os haya gustado este post con sus respectivas fotos, muchas gracias por leerme y nos vemos en el siguiente con más contenido. Un saludo.
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Comentarios (2 comentarios)
Fátima chamadoira hace 5 años
Cuánto arte y cuánta belleza. Afortunada de haber estado allí. Enhorabuena por este reportaje.
José Ramón Iraola hace 5 años
Yo estuve en el 86. Me pareció sencillamente impresionante. Estaban entonces restaurando la Capilla Sixtina. Éramos todos estudiantes de Historia y, por tanto, también de Historia del Arte. Precioso y completo reportaje. Felicidades Claudia.