Betrunken

Y aquí estamos, cuatro mexicanos, tres italianos y dos alemanes en una sala de estar, y aunque parece que estoy a punto de contar uno de esos chistes llenos de estereotipos, la situación no es graciosa en absoluto. En un extremo de la habitación nos sentamos estratégicamente los que hablamos español, del otro lado, los que hablan inglés y justo en en centro, inmenso como el Golden gate, Alessandro, quien habla italiano, inglés y español; por eso he decidido llamarle "el puente cultural". No es que mi inglés sea tan malo, entiendo gran parte de las conversaciones y puedo decir frases cortas, pero justo ahora, en un continente que no es el mío, en un país extraño y en un piso lleno de desconocidos empiezo a sentirme, no sé, muda. 

La noche avanza y aún no hemos cenado, hasta ahora la discusión más interesante ha sido sobre la forma de pronunciar 'pistachios' en nuestros diversos países. De pronto alguien se acuerda del horno... The pizza is black! dice Janik, incluso los mexicanos entendemos eso y reímos. El hielo se ha roto y la cena empieza. 

Todavía no lo sé pero estoy a punto de probar mi nuevo postre favorito. Ricardo nos ofrece lasaña al pesto (increíblemente deliciosa) y nosotros hemos traído burritos, debieron vernos por la calle cargando nuestra caserola de guisado y una bolsa de tortillas, muy al estilo kermesse mexicana. Fue hermoso. Lo único que no pudimos encontrar en ningún mercado fue chile ¡el bendito chile! Aquí ningún pimiento es picante y eso no mola para nada (nótese el uso de la jerga local).

La noche internacional está siendo un éxito, me ha tomado sólo un rosso y un limoncello soltar la lengua y estoy hablando en inglés como si fuera mi idioma nativo (bueno, tal vez exagero) pero ellos me entienden y yo los entiendo y siento que quiero subir en una nave de tiramisú y volar hasta la luna. Por cierto, oficialmente el tiramisú es mi nuevo postre favorito.

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