Budapest | El gran tour parte 1

Bueno, aquí comienza la primera parte del día más ajetreado de todos sin lugar a dudas. Espero que os guste, o que al menos os gusten las fotos. Describiré todos los sitios a los que he ido con mi amiga (gracias por hacer de guía y por ser una anfitriona tan genial), qué ver, qué comer y cómo pasártelo bien por allí.

Lo primero es lo primero - el peluquero

Vale, puede que suene raro, pero llevo posponiendo lo de ir a la peluquería desde Viena hasta ahora, que he llegado a Budapest. La razón es porque en Budapest los precios son normales (para los hombres, lavar y cortar son 6 €, igual que en Croacia). No quería gastarme 12 o 15 € en Viena por eso y no podía esperarme hasta llegar a Zagreb dentro de dos semanas. Y bueno, me parece mucho más interesante cortármelo en cualquier otro lado. Sería mi primer corte de pelo extranjero. Por suerte para mi, la peluquería quedaba muy cerca de donde estaba, así que tampoco tenía que andar mucho. El sitio se llamaba Bio Hair Hajvágószalon y está en Mester u. 1, nº 109. Era bastante grande y no tuve que esperar mucho. Mi amiga vino conmigo porque allí no hablaban inglés (o tal vez no querían) y ella habla un poco de húngaro, así que me acompañó para asegurarse de que no hubiera ningún malentendido. A partir de ahí me tocó sobrevivir por mi cuenta. La mujer que me iba a cortar el pelo no hablaba inglés por lo que parecía, pero de alguna forma llegamos a entendernos entre nosotros, así que me alegro de no haber acabado calvo. Luego me echó demasiada gomina la verdad, me parecía a István Varga.

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Al terminar volví al piso. Nos despertamos todos sobre las 10:00, pues a las 11:00 más o menos fue cuando volví y desayuné algo, ¡para después ponerme a recoger las cosas e irme! Me eché a la mochila la cámara analógica, un par de chocolatinas y el mapa de Use-It. ¡Y listo para salir!

Recorriendo el Danubio hasta llegar al Mercado Central

Lo primero que había en la lista de cosas que tenía que hacer era ir al puente Petofi que había cerca y, más tarde, ir en dirección al norte siguiendo el Danubio. A partir de aquí la cosa se puso más interesante, fuimos andando lentamente hacia el centro, disfrutando del paseo, sobre todo pudimos disfrutar al llegar al segundo puente (el Puente de la Libertad). Pasamos por la zona de Nehru y paramos en el centro comercial Balna Budapest, cuya arquitectura era de lo más interesante (no pegaba nada con el barrio antiguo que lo rodeaba pero aún así... ). Y paramos para ver qué era lo que se podía ver al otro lado del río.

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Al otro lado del río se podía apreciar el teatro, un edificio antiguo. Podría decir algunas de las principales diferencias que encuentro en comparación con Viena. Como veréis enseguida, Budapest no se parece en nada a Viena por el río Danubio. El río es muy ancho (hay como unos 340 m separando las dos orillas). En Viena, en cambio, es diferente, el río se bifurca en dos ríos principales y en un tercero que pasa casi por el centro de la ciudad, mientras que los otros dos crean una isla entre ellos mucho más grande, en la que la gente vive y donde montan edificios modernos de negocios con sus rascacielos. En Budapest es diferente, a un lado del río (al oeste) está la ciudad de Buda, al este está Pest, y juntos hacen Budapest.

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A la derecha del teatro y del Puente de la Libertad hay una colina llamada Géllert. Si subes hasta arriba tendrás unas vistas panorámicas de la ciudad de Budapest. ¡Pero antes tendrás que aguantarte y terminar de leer mi publicación! Continuamos con nuestro camino y llegamos hasta la universidad de Corvinus MBA Center y al famoso Mercado Central. Si te gustan las cosas antiguas y la arquitectura típica de la película de Sherlock Holmes y los paisajes del siglo XIX, principios del XX, entonces estás en el lugar adecuado. Te va a encantar. Por eso me gustó tanto pasear por Budapest. Por su estilo y por el toque que le dan esos antiguos ladrillos de color pardo rojizo. La Universidad Corvinus de Budapest tiene pinta de ser la mejor escuela de negocios del mundo. Mi amiga me recomendó que visitara el mercado. Así que entramos.

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El mercado es enorme. Hay cientos de personas allí, se huele a carne, a queso, a especias y a todo lo que te gustaría encontrar en la cocina. También hay un mercado con recuerdos, ropa y más cosas que no son comida. Al abrirme paso entre todo el tumulto de gente que había en la planta baja, subí por las escaleras y me topé con otra oleada de turistas. Lo que me hizo mucha gracia fue ver a los vendedores húngaros vendiendo un montón de recuerdos relacionados con la Unión Soviética, como sombreros de húsar, el símbolo del martillo y la hoz en gafas protectoras antiguas pero muy chulas para la moto, cascos y demás. ¿Por qué me resultó raro? Pues porque como ya sabréis, la Unión Soviética invadió Hungría durante la Segunda Guerra Mundial y estuvieron prácticamente 45 años, hasta los años 90, de hecho en 1956 fue la Revolución Húngara, en la que murieron y resultaron heridas miles de personas. Pero bueno, volvamos a lo que estábamos hablando. Encontré algo que me llamó bastante la atención y lo compré por unos euros. Era una placa, de cartulina o de metal, con un mensaje escrito. La que me compré la tengo ya colgada en la pared de mi casa en Zagreb. Si os gustan las tonterías como esta, ¡aquí tenéis un montón! He de admitir que ver todo lo que tenían ahí me permitió darle un descanso al cerebro, porque hay un montón de tonterías y a todos nos gusta ver cosas así.

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Al terminar con los recuerdos, volvimos a bajar las escaleras y compramos algo de comida. Como ya he dicho antes, tanto Budapest como Hungría son geniales para disfrutar de la vida sin tener que gastar mucho, todo es mucho más barato. He de decir que la comida es más barata incluso que en Croacia (que yo haya visto esto solo pasaba en Serbia), así que no pude desperdiciar la oportunidad de cargar con unos kilos de lo que fuera por cincuenta céntimos, y más aún cuando en Viena está a más de un euro. Si te pones a pensarlo, te sale más barato cogerte el autobús a Budapest (o a Bratislava) para ir al peluquero y comprar lo que necesites en el mercado, seguramente salgas ganando y encima te has ido de viaje.

Nuestro próximo destino era la colina Géllert, para poder disfrutar de las vistas panorámicas y ver cuál sería nuestra próxima parada. Salimos de ese mercado tan grande y cogimos la calle que nos llevaba hasta el puente. Estábamos rodeados de nuevo de edificios altos y antiguos que me recordaban a algunas películas que había visto. Y había taxis amarillos por todas partes. ¡Ahora toca cruzar a la otra orilla del Danubio!

Del Puente de la Libertad a la colina Géllert

Yo creo que llegamos a mediodía. A mano izquierda teníamos el antiguo edificio de la Universidad de Corvinus y el puente, también antiguo ya. A ambos lados del puente, había un carril para peatones y bicis de unos dos metros o más de ancho. El puente entero era de metal y de color verde, ¡una vez más me sentía como si estuviera dentro de una película! Justo en frente de nosotros, al otro lado del río, se podía ver la colina Géllert y la ciudadela en la cima, escondida entre los árboles. Había también algún tipo de fortificación en la parte baja de la colina.

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A mano derecha, ahora teníamos unas vistas preciosas del puente de al lado con la ciudad de fondo. Paramos para echar un montón de fotos y saltar en el puente, de hecho unos chicos que pasaban nos copiaron. El puente tiene 360 m de largo en total.

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Al llegar al otro lado, pasamos por los baños termales de Géllert y encontramos el camino que llega hasta la cima.

La colina Géllert, la Ciudadela y las vistas panorámicas de toda Budapest

Llegó la hora de subir por el camino. Había varios, así que simplemente decidimos seguir a otros con la esperanza de que conocieran el camino. Una vez guiamos a unas personas por donde no era. Aunque no me arrepiento de nada. Daba igual dónde acabáramos, desde cualquier sitio había unas vistas geniales de Pest (la parte este de Budapest), así que aprovechamos para echar fotos de nuevo. Y obviamente, poco después de empezar a subir ya estábamos muertos, ¡era demasiado esfuerzo! Justo antes de llegar a la ciudadela encontramos un sitio genial para hacer un descanso, habíamos cogido ya bastante altura y la ciudad se veía a lo lejos detrás de nosotros, o al menos se veía lo que las nubes y la niebla nos permitían ver. Minutos más tarde, llegamos a la ciudadela. Era bastante grande y alargada. Había mucha gente, tanto turistas, como locales e incluso gente que salía a correr. Y luego estaba una estatua enorme en representación de la libertad. Andamos más aún para ver qué había al otro lado, pero no había mucho más, tan solo tiendas y puestos en los que podías comprar juguetes o algo para comer o beber. De nuevo se veía toda la ciudad desde allí, pero esta vez se veía bastante más de la parte izquierda que antes. El Parlamento estaba muy lejos, al igual que los ferris que vi ayer y nuestra casa, pero aún así formaban parte del centro y del río.

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La siguiente parada es el Castillo de Buda. Dimos con un camino en forma de zigzag que nos llevó hasta el siguiente puente, y una vez ahí seguimos el río en dirección al castillo.

El Castillo de Buda

Este castillo es también bastante grande y de noche es espectacular. Llegamos sobre las 13:00 creo yo. Lo primero que nos llamó más la atención a mi amiga y a mi fue que habían restaurado el jardín, al igual que otras zonas del complejo. La entrada al jardín ahora se parecía a la entrada de un templo griego. Seguramente vayan muchas parejas jóvenes a casarse allí, no paramos de hacer bromas sobre la que había allí (bueno vale, solo yo).

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Estuvimos un rato perdidos, pero finalmente encontramos el camino hacia la entrada que llegaba también hasta el patio principal, rodeaba el castillo entero. Esta vez también había un montón de gente y se veía muy bien toda la ciudad de Pest, incluido el Parlamento entre otros. Había una demostración por parte de los soldados, pero era igual que en el resto de ciudades, dos tíos divirtiéndose con las pistolas y dando vueltas para animar al público. Y aquí os dejo un dato curioso sobre el castillo: fue el Castillo Real de los reyes húngaros, su construcción finalizó a principios del siglo XIII, hace casi 800 años. Ahora es un museo y cuenta con un gran número de exposiciones. Por desgracia, la entrada no era gratis, ni barata, así que optamos por pasar de largo.

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La Iglesia de Matías, el Bastión de los Pescadores y vuelta al río

Tuvimos que cruzar un laberinto de calles hasta llegar a la plaza Szentháromság, en la que se encuentra la Iglesia de Matías. No entramos pero no fue ni porque ya supiera mucho del tema ni porque no me importara, tan solo fue porque no encontré a nadie a quien preguntar. Junto a la iglesia hay un parque, donde hay un hombre vestido con un traje tradicional húngaro, con su pluma en el sombrero y tocando un instrumento parecido a una flauta (solo se parece en el sonido). Detrás de la iglesia estaba la estatua de San Esteban y, además, también puedes asomarte y aprovechar la oportunidad (que nosotros desaprovechamos) de disfrutar de las vistas que hay desde sus muros. Pero bueno, la aprovechamos unos metros más adelante. Estaba relacionada con el Bastión de los Pescadores. El Parlamento quedaba ahora justo delante nuestra. Y se me olvidó mencionar que en el castillo de Buda hay un funicular, pero no nos subimos (en Zagreb también tenemos de esos). Decidimos volver a la otra orilla del río y pararnos a comer para darnos un descanso.

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Íbamos colina abajo y por el camino nos paramos a darle algo de dinero a un chico que estaba tocando en el parque y a disfrutar una vez más de las vistas de los edificios abandonados, puede que fuera una fábrica de ladrillos, aunque de noche da bastante miedo, y más aún si tuviera que entrar totalmente solo.

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Llegamos hasta el Puente de las Cadenas, otro puente viejo (el puente que hay entre el Castillo de Buda y la ciudadela, quedó totalmente destrozado a causa de la guerra y posteriormente fue reconstruido). Al principio del puente hay estatuas de leones enormes con los símbolos de Hungría. Serían las 14:00 o las 14:30 ya. Echamos unas cuantas fotos y nos fuimos a comer algo. Justo al final del puente estaba el Hotel Four Seasons Gresham Palace de Budapest y a la izquierda estaba la Academia Húngara de Ciencias.

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Disfrutando una deliciosa comida en el bar restaurante Baotiful

Como estábamos que nos moríamos de hambre y era ya la hora de comer, mi amiga propuso ir al restaurante Baotiful, que nos pillaba de camino al Parlamento.

Si no sabes de su existencia, es posible que ni lo veas porque está como oculto en la calle. Es un restaurante de comida rápida asiática. Para entrar tienes que abrirte paso a través de unas puertas enormes que a primera vista parecen las de una fábrica abandonada. Sería algo así en el pasado. Luego tienes que apartar las cortinas y, al pasar, estarás en una sala más o menos normal tirando a grande, con sillas chulas y una mesa con dos hombres que te servirán y cocinarán para ti. Si no mal recuerdo, los menús están escritos solo en húngaro. Nos pedimos un sándwich picante que tenía muy buena pinta (aunque puede que fuera más pequeño) y, si lo combinabas con el ketchup de la marca Sriracha, ¡era como comerse un pedacito de cielo! Quería pedir más pero tenía que ahorrar para otras cosas. No recuerdo cómo se llamaba lo que me pedí pero lo que sí recuerdo es que sabía a gloria.

Así que sí, os recomiendo que vayáis, está muy chulo y tienen una comida magnífica. Y quién sabe, puede que con suerte probéis este sándwich tan especial cuyo nombre no recuerdo.

Y ya nos toca ponernos en marcha en dirección al Parlamento.


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