Salir desde Bucaramanga en las primeras horas del día, sintiendo la brisa fresca de la mañana que eriza la piel y poco a poco en el trayecto ir descubriendo paisajes pintorescos, es sólo el comienzo de la aventura.
En poco tiempo se puede percibir el ascenso a la montaña, esa que ruge cada vez que el viento choca contra ella. A lo lejos se divisan campos y casas rurales que aún sin uniformidad alguna generan una sensación de libertad, al igual que el precioso cielo azul despejado que hace de papel tapiz de semejante vista.
Es inevitable llegar a la primera parada (salida en Teleférico de la Estación la Plazuela Mesa de los Santos) y no correr a probar los dulces típicos como el dulce de leche, las obleas, las brevas rellenas de arequipe..., (por mi parte las mazorcas azadas al carbón con queso y mantequilla rebosante y el mango biche con sal, pimienta y limón, son mi perdición). Tomarse una cerveza nacional, de mi preferencia Aguila, o un guarapo (bebida casera fermentada a base de piña y agua con panela) no está demás, pues si eres de los que sufre de vértigo probablemente lo vas a necesitar ya que el teleférico recorre 6,3 Km atravesando el cañon del Chicamicha hasta llegar a nuestro destino, PANACHI, este trayecto se puede demorar hasta 30 minutos con vientos que mesen contínuamente la cabina y que organizan una orquesta completa de sonidos no muy relajantes pero emocionantes a mi modo de ver, (de esos sonidos que te hacen sujetarte fuerte del que esté al lado, aún sin conocerle).
LLegar a PANACHI es un espectáculo natural, hacer el recorrido por la montaña implica cierto esfuerzo físico que, para personas como yo, significa hacer una pausa cada diez metros, pero esas pausas precisamente se aprovechan para disfrutar de la vista, la brisa y la compañia. La montaña a pesar de no necesitar decoración alguna, se ve imponente con sus senderos que recorren todas las atracciones del parque, en especial las de mi preferencia, las extremas tales como el parapente, torrentismo, buggies, columpio, cable vuelo, pista de hielo, uf... en fin, hay muchas cosas por hacer y muchos nervios por superar.
Para los amantes de la naturaleza pueden inclinarse por el ecoturismo del parque, de ahí la infraestructura campestre que acoge a los animales que habitan en él (ponis, avetruces, guacamayas) y que son un atractivo sobre todo para los niños, pues con las respectivas instrucciones de los encargados, estos animales pueden ser alimentados y consentidos.
Los restaurantes son cruciales. Ay como envuelven el ambiente deliciosamente con aromas de cocina santandereana y por supuesto, colombiana, la cual debo permitirme mencionar es una delicia que no se debe dejar de probar, (por mi parte recomiendo el Mute santandereano, y aunque no es comida santandereana también recomiendo los mariscos, en cualquier presentación, es que me encantan).
Siguiendo con la lista de atractivos, lo que no podía faltar, el Acuaparque Nacional Chicamocha que cuenta con un circuito de piscinas para todo mundo, resbaladeros, flotadores y regaderas hacen parte del rrecorrido obligatorio en la piscina, aquí jugar con los amigos, mojar a quien no quiere bañarse y nadar es normal.
Las tiendas de artesanías, recuerdos y más chuces se podría decir que son la última parada, pues siempre es necesario comprar un recuerdo de la visita al parque. Asi que, después de un largo recorrido por el parque que incluye una recopilación completa de fotografias en el celular, respirar aire puro, saciar la vista de la inmensidad del cañón y de la belleza natural, abrir un espacio para llenarnos de buena energía y alegria, sudar frío en las atracciones, llenar la panzita en los restaurantes, tomar una siesta con postre y cerveza en mano bajo la sombra, a los minutos lanzarse en bomba a la piscina, salir cuando estemos sordos por el agua en los oídos y comprar un detalle de recuerdo para el que se perdió el paseo, solo queda dar gracias por el día y por ser afortunados en disfrutar lo que muchos sólo se imaginan cuando leen.
Qué ver Bucaramanga,
Bucaramanga,
Colombia
