Si tú supieras compañera
Primeros de enero de 2018.
Beatriz: "Hola Almudena, ¿cómo estás?. Te llamo para decirte que has sido seleccionada para trabajar en el Instituto Real Belga de las Ciencias Naturales, en Bruselas"
Os pongo en situación: Me llamo Almu y estuve viviendo y trabajando en Bruselas (Bélgica) durante los 4 primeros meses de este año, gracias a una Beca de Movilidad Europea organizada por CECAM, la Junta de Castilla-La Mancha y Europa. Trabajé en el Real Instituto Belga de las Ciencias Naturales, formándome en Fotogrametría (cosas raras de historiadores, arqueólogos y antropólogos, como es mi caso, San Google tiene las respuestas que necesitáis).
El 23 de enero me encontré con ella por primera vez. Una noche preciosa, no hacía demasiado frío y os juro que sentí cierta atracción para ser la primera vez que la veía (¿amor a primera vista o empanamiento máximo después de un estrés preocupante en el avión?) El caso es que esa noche no dormí apenas, puse la foto de mis pequeños en la habitación para sentirme menos sola y me tumbé en la cama. Mis compañeros de beca parecían gente maja y en ese sentido estaba bien.
Cuando amaneció un poquito me puse el gorro (que mis soplillos no se protegen solos) y me piré a dar una vuelta. Mis compis y yo vivíamos en una especie de residencia en Schaerbeek, así que cuando iba por la calle me sentía en Ankara, pero todo muy bien. Ella era así, depende del lugar dónde pusieras tus pies te mostraba una personalidad u otra, un detalle de su alma, de sus miles de almas.
Los días pasaban, las amistades se acrecentaban, el trabajo se estabilizaba y yo, sin darme cuenta, crecía. A la tercera noche, me mostró las luces más bonitas del mundo, y esto no lo digo sólo yo, lo decía Víctor Hugo. Ella se abrió ante mí, me regaló su mayor tesoro, me regaló las estrellas y desde entonces, juro que no he vuelto a ver nada más parecido al paraíso.
Tenía tantos matices... aprendí tanto arte a su lado. Su artista favorito era Matisse y yo fumaba en pipa cada una de sus obras, me perdía dentro de ella, de sus palacios y sus justicias, bebía su esencia a su alrededor, cobijada por tantas culturas, por tanta gente, en un rincón de sus arterías donde, además, había una niña haciendo pis.
Me enamoré de ella y sus rincones, de cada parte de su ser, de sus verdes cincuentenarios y de su ideología. Maduré, disfruté, sentí y viví tanto en sus brazos que aún la recuerdo y la echo de menos.
A veces sigo sintiéndote, siento que me rodeas, que mi fuerza aún sigue allí.
Si tú supieras compañera, lo que me cambiaste la vida.
Pero volveré a recorrerte, te lo prometo, mi querida Bruselas.
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