Cuéntame otra vez

¿Será el delirio la enajenación de aquellos a los que corrompe la vida o el golpe de efecto de los cuerdos que se atreven a mirar la realidad de nuestro mundo?

13 de enero de 2018.  Vibración.Do I wanna know?deArtic Monkeys. Miro la pantalla, aceleración de pulsaciones, "aceptar llamada".

 -Raquel: "Hola Mayo, ¿cómo estás?. Te llamo para decirte que has sido seleccionada para trabajar en el Instituto Real Belga de las Ciencias Naturales, así que ¡te vas a Bruselas!"

Esta historia no es una historia de amor corriente, pero sí es una de las historias de amor más bonitas de mi vida, y como las buenas historias merece contarse desde lo más profundo y sencillo de nuestro ser. Es una historia de emociones, de viajes y de anhelos, de esperanzas y secretos, que como decía mi adorado Carlos Ruíz  Zafón, se guardan bajo llave en el ático del alma.

Me llamo Mayo, tengo 26 años y estuve viviendo y trabajando en Bruselas, la capital europea, durante los 4 primeros meses de este año 2018, gracias a una Beca de Movilidad Europea organizada por diversas entidades regionales y europeas para jóvenes . Trabajé en el Real Instituto Belga de las Ciencias Naturales, formándome en Fotogrametría, disciplina relacionada con mi profesión, es decir, cosas raras de historiadores, arqueólogos y antropólogos físicos. Si lo necesitáis, San Google tiene las respuestas.

El 23 de enero me encontré con ella por primera vez. Una noche preciosa, no hacía demasiado frío y os juro que sentí cierta atracción para ser la primera vez que la veía. Algunos lo denominarían amor a primera vista y otros lo achacarían a un estado de embeleso mental fruto del cansancio del viaje, lo que en lenguajemillennialsse traduciría por "empanamiento máximo después de un estrés preocupante en el avión".  A los diez minutos ya estaba descansando en la que iba a ser mi habitación esos meses. Cómo puede imaginar mi querido/a lector/a esa noche apenas dormí, más bien me tumbé en la cama e intenté que Morfeo recorriera mi cielo esa noche con sus alas y  me acunara como la amada que nunca tuvo, pero mis deseos oníricos tuvieron pésimos resultados. Sin embargo, me ayudó la noche estrellada, la que había más allá de las paredes que me rodeaban, a pensar en ella y en mis compañeras de beca: un grupo pequeño, de cuatro personas, con vidas distintas y una manera idéntica de mirarla.

Cuando las primeras luces del día me alumbraron ya estaba dispuesta a inmiscuirme en los asuntos cotidianos del barrio. Me puse el gorro pomposo con la clara convicción de que mis soplillos no se protegerían solos y salí a dar una vuelta.  Mi barrio era una pequeña Ankara y allí la encontré. Su identidad cultural era tan variada que me enganché al instante, y aunque este primer contacto junto a ella solo fue de media hora, supe con total firmeza que ella  era así, dependiendo del lugar dónde pusieras tus pies  te mostraba una personalidad u otra, un detalle de su alma, de sus miles de almas.

El resto del día lo dediqué a hacer las tareas más sumamente aceptadas socialmente: limpiar y ordenar. Pero ni por un sólo segundo podía apartarla de mi mente, quería volver a verla, volar cada uno de sus rincones, así que habría preferido darle ese otro uso fantástico y mágico al portentoso objeto que tenía entre mis manos: la escoba.

Pasaban los días, me estabilizaba. El primer día de trabajo fue complicado pero intuía que al finalizar la experiencia europea, las horas laboriosas y la capacidad de entendimiento con investigadores interdisciplinares serían uno de los pilares fundamentales de mi vida laboral. Pero qué queréis que os diga, me pasaba los minutos deseando conocer más lo que tanto me atraía. Mi génesis a su lado tenía una clara banda sonora:  sentía que nuestro destino juntas era como eseStarmande Bowie, que mi sino estaba esperando en las estrellas y cada mañana al subir al tren soñaba con su brisa al son de esta histórica melodía.

Los días pasaban como el Correcaminos perseguido por el Coyote. Empecé a conocerla más a fondo, siempre que salía del Museo me esperaba ahí, con la misma luminosidad que un cuadro de Klim. Yo, por supuesto, rehuía coger el transporte público  y recorría a pie el camino hasta casa disfrutándola, riendo con ella, hablándole y dejando que ella misma, sin prisas, me fuera descubriendo su personalidad y su historia, mientras yo me maravillaba.

Una noche, entre ligeros copos de nieve y "La Voz" al tono deMy Way, me descubrió uno de sus rincones más majestuosos. Se mostró ante mí con toda su belleza, esa belleza capaz de provocar los más pasionales placeres, esa preciosidad que incluso podría provocar en un florentino un Síndrome de Stendhal, esa hermosura de lo que es eterno, puro, real y que maravilló hasta al mismísimo padre deNuestra Señora de París. Observé cada una de sus luciérnagas, me aprendí de memoria la constelación formada por cada una de sus señales, palpé cada una de sus piedras y la miré embobada, con la respiración entrecortada, sonrisa ladeada, un solo hoyuelo y los ojos de aquello/as que son capaces de mirar y reconocer el paraíso en la tierra.

Después de aquello nos hicimos más que inseparables, no había día que no nos viésemos y aún así prometo que no había nada como disfrutar de su compañía, incluso en los pequeños, simples y cotidianos momentos. Me encantaba observarla por la ventana cuando llovía y admiraba la forma en la que el agua recorría cada uno de sus vértices y el cielo cubría sus cientos de colores de ese gris azulado casi eléctrico que le aportaba, aún si cabe, mayor belleza.

Tenía tantos matices... el Arte recorría sus arterías. Su artista favorito eraMatissey yo, anonada, como un cuadro mal colgado en el MOMA, fumaba en pipa cada una de sus obras, observando su paleta, sus movimientos y su grafía. Me sorprendía cada anochecer intentando retratarla, dibujaba con mi imaginación su rostro, su faz, imposible de plasmar en un lienzo sin vida, y siempre y cada madrugada sus rasgos eran sustituidos por la esmeralda fruta de Eva, intuyendo y sabiendo que nosotras siempre seríamos más del bermellón de Lilit.

Mi camino hacia la cordura estaba más empolvado cada día y las ansiedades de su ausencia me permitían conocer los más desarraigados estigmas de mi ser. Pero cuando la tenía delante me perdía dentro de ella, en sus palacios y sus justicias, me enardecía en sus pasillos marmóreos y me permitía el lujo de beber gotas de su esencia, alrededor de sus hogares, emborracharme en cada escalón de su pensamiento,  como  cobijada por tantas culturas que en ella habitaban, por tanta gente, en un rincón de sus arterías donde, además, había una niña haciendo pis.

Mi vida anterior a conocerla había perdido todo el sentido, mi corazón sólo ansiaba toparse con el suyo en la anatomía de nuestros abrazos. Y te preguntarás por qué; por qué perdí toda esperanza del pasado y sólo deseaba lanzarme al vacío futuro con su espíritu en mi alma. Rompí con todo, descabecé las griegas esculturas de mi antiguo patio y me prometí vencer cada guerra ya perdida. ¿Por qué?. Porque me regaló vida, me regaló lo más preciado de la esencia humana, me veneró el poder sentir lo que todo/as deberíamos poder respirar durante nuestra vida, aquello que yo nunca había tenido: libertad.

Libertad como forma de vida. ¿Qué simple no? Y que pocas personas tienen la suerte de sentirlo al menos una vez en su vida. Lo más clásicos escribirán y pintarán barcos en el oleaje para representarla pero para mí fue como la primera espiración de mi existencia: llenar los pulmones, sentir como tu cuerpo se llena, resurge, vive. La carrera por un trampolín, cuyo vacío quieres saltar y volar. 

Perdóname si te escribo de forma entrecortada y completamente asertiva, las emociones y las angustias que asolan mi alma con solo rememorar aquellos días me pellizcan y me exaltan. Porque sí, es justo lo que estás pensando, ella se fue e igual que me regaló todos los placeres y emociones que se le pueden otorgar a un ser, me los arrebató con su marcha.

La mañana del 26 de abril abrí los ojos y ella no estaba. Examiné cada parte de la habitación en la que me encontraba y no la hallé, busqué su perfume y sus sonidos como si de un lobo con su presa se tratase. La ansiedad se apoderó de mi cuerpo yermado al abandono, los cuchillos fríos que salieron de mis pupilas tornaron la estancia de una esencia infernal. Salí al balcón con la esperanza perdida de encontrarla ahí y la realidad me abofeteó el alma como un domingo de enero abofetea el alcohol de las almas desdichadas. No estaba y en ese momento lo tuve claro: no volvería, se había marchado para siempre y con ella una parte de mi.

Han pasado seis meses desde que no la veo. La recuperación fue tan rápida como me permitió el dolor de mi aliento; hubo otros amores, mas ninguno me llegó a importar demasiado, la sigo recordando con el mismo adverbio. 

Escribo  porque es la única forma de recordarla y perpetuar lo que fui yo a su lado. Me enamoré de ella y sus rincones, de cada parte de su ser, de sus verdes cincuentenarios repletos de los manantiales de sus más profundas aguas, de su catedral en el centro de su púlpito, de sus iglesias menores que formaban constelaciones como si de lunares en un mismo cuerpo se tratase, de su parque ocupado por cupidos sonrientes y venus protectoras, así como de las estrellas fugaces recorriéndola cual tranvías en sus calles.

Permíteme querido/a lector/a que ahora te deje a un lado y dedique mis últimas líneas a la protagonista de esta historia:

Querida mía,

Ninguna palabra podrá llegar a expresar lo que sentí, siento y sentiré por ti. Junto a ti maduré, crecí como nunca antes lo había hecho, disfruté, sentí y viví.  A veces siento tus emociones y tus sentidos muy cerca, siento que me rodeas, que mi valentía aún sigue allí y que llevo parte de tu fuerza y coraje conmigo. Gracias por haberme otorgado el don de las mujeres y los hombres, por haber sido mi diosa en la tierra, mi "agustinada" ciudad celestial, mi vía de escape a los problemas mundanos, mi salvaguarda en los momentos de mayor debilidad, las vidrieras góticas que iluminaban mi camino al caos.

Me enseñaste a diferenciar entre guerra y paz, entre el bien y el mal, cambiaste mi percepción de la existencia y me permitiste brindar con tu esencia cada uno de mis logros.

Si tú supieras compañera, lo que me cambiaste la vida.

Pero volveré a recorrerte, volveré a vivirte, te lo prometo, mi amada Bruselas.

Mayo M.V.

Delirium, 19 de octubre.


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