Pisadas en la noche
Cierra bien la puerta. No quiero que me roben a mi niña. No hace tanto frío pero la piel se me hiela al pensar que alguien puede venir detrás. Cruzas esa cancela. No todo es tan feo o espeluznante: hay un conejito acurrucado junto al seto. Dios quiera que no venga el zorro y lo vea tan fácilmente como yo lo he visto.
Luces de habitación que se encienden para cosas que a estas horas no pueden ser buenas. De repente una figura sale del árbol. No ha salido de ahí pero yo no la veía antes. Aminora el paso, no quieres cruzarte con alguien a estas horas. Puede estar borracho o loco, o las dos cosas a la vez. Me escondo detrás de la caseta bomba (o así las llamo yo).
Ando tan sigilosamente como mi madre me enseñó. Ella sí que sabía que esas cosas me servirían en la vida. No se ha parado por suerte en la parada del bus. Acelero el paso. Ya casi he llegado. Rebusco las llaves en mi bolsillo. ¿Qué haría si ahora las llevara en la mochila? Seguro que me moriría de miedo mientras las buscara. Abro. Entro. Respiro hondo. Ya estoy en casa. No ha pasado nada.
Cualquier noche de estas me va a pasar algo pero no puedo evitar sentirme tan a gusto en ese cuarto. Gracias por la película, es genial tener una amiga como tú.
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