Frío.

Salir a la calle y que se te hielen hasta las ideas. Los copos de nieve blanqueándote el abrigo, y sentir que hasta te arañan la cara. Intentar mover los dedos de los pies, cuando ya ni los sientes. Pasear con las manos en los bolsillos. Observar tu aliento blanco en el medio de una calle gris. Que la niebla te impida ver hasta tus propios pasos. Ese viento que se cuela entre la ropa. Los guantes, la bufanda, las orejeras.

Y luego, entrar. Entrar y sentir esa oleada de aire caliente que te hace recuperar la sensibilidad. Acurrucarte entre las mantas y sentir su suavidad. Retener entre tus manos esa taza de café intentando que no se pierda ni una pequeña parte de ese calor que transmite. Imaginar la temperatura exterior, cuando desde casa ves ese sol deslumbrante que parece que quema. Escuchar música de fondo, mientras fuera llueve. Mirar el horizonte blanco en manga corta.

Me encantan los contrastes. Ya sabeis, soy de extremos.


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