Familia.

Este edificio, comunista, feo, rodeado de casas semi-derruidas, con un interior excesivamente sobrio; sí, éste. Es mi hogar aquí.

Druzba. ¿Lo mejor? Esa calefacción a tope que te hace sentir en plena ola de calor aunque fuera no superemos los -10 grados centígrados ni al mediodía. ¿Lo peor? La ausencia de cocina, aunque el hornillo de los años cincuenta intente suplirla.

Pero lo más importante de todo, lo que hace que pueda llamarlo hogar, es que pueda considerar que dentro tengo una pequeña familia. Lo que me encanta ir puerta por puerta, y saber que siempre hay alguien dispuesto a hablar. Reunirnos con la mínima excusa, da igual si es una peli, una comida o unas cervezas. Los cafés, los encuentros por el pasillo, las quedadas en el hall. Las visitas acompañadas al supermercado, o a la lavandería. Las series compartidas, o las cenas. La suerte de tener a alguien que te deje una nota.

Y hoy, la parte más importante de mi familia está de vacaciones. Vuelven pronto, sí. A lo mejor es el frío, las pocas ganas de estudiar, el dolor de cabeza, el silencio. Pero una pizquita de melancolía se hace hueco antes de irme a dormir.


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