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Historia de un 14 de mayo en el tren.

Publicado por flag-mx Met Lg — hace 4 años

0 Etiquetas: flag-in Experiencias Erasmus Bombay, Bombay, India


He despertado otra vez, es todavía de madrugada y mi cuerpo me dice: vuelve a dormir, siento la pesadez de mis parpados sobre mis pupilas, pero no logro quedarme dormida, mi estómago me está llamando, me reclama, tienes que comer, no decido que quiero más, si dormir o comer, la descompensación horaria sigue jugando con mis tardes y mis noches, me pongo a divagar…

Hace algunos días mi primo Ernesto y Yo, regresamos de un extenso viaje por el Sudoeste Asiático, un viaje que lo creímos posible hace más de dos años y que el 23 de enero del 2017 se volvió realidad. Nuestra travesía duró 4 meses, iniciando por Japón, terminando en el segundo país más poblado del mundo: India.

A este último destino, llegamos llenos de muchas ilusiones viajeras, no tenía gran idea de lo que era, por mi mente pasaban escenas de películas y nada más, estudié cine, entonces sólo tenía de referencia los filmes o libros.

A lo largo de los años, he aprendido, que uno de los mayores errores del ser humano, es hacerse expectativas de todos y de todo, sin tomar en cuenta que algunas veces, te puedes topar con pared.

Mi mayor sorpresa al llegar a la India, fue darme cuenta que las escenas de película que yo tenía en mi mente, no mostraban realmente lo que significaba estar en este país.

Al principio, como en todos los países, llegas con miedo y ansiedad de no saber que puede pasar, te tropiezas, te destanteas, incluso hasta llegas a perder el control de la situación. Después de varios días en la India, nuestros ánimos y energía iban en decline; un lugar caótico, sucio, abarrotado de gente, ruido, animales y mucha pobreza en conjunto, hacían que quisieras salir huyendo de ahí, sin embargo, Ernesto y Yo, hemos vivido situaciones que nos han hecho ser fuertes y tolerantes, amamos viajar y la India era uno de nuestros destinos más esperados.

Después de más de 20 días en la India, tomamos el tren a lo que sería nuestro último destino en este país: Mumbai o Bombay, como se solía llamar hace tiempo, esperaba con ansias llegar ahí y ver el mundo bollywoondense y todo lo que implicaba.

Para viajar en tren, existen distintas clases, una de ellas es “sleeper train”, donde hay una especie de camas en las que puedes dormir toda la noche, es una clase modesta y muy barata, no es la más barata, pero sí bastante accesible.

Todo comenzó pacíficamente, nos esperaba un viaje de 24 horas, Netto y yo, estábamos “psicológicamente” preparados para la aventura, anteriormente ya habíamos tomado un tren de Varanasi a Jaipur por 22 horas, todo había salido casi perfecto, en nuestro compartimento solamente éramos 5 extranjeros y un señor hindú, él se portó espléndidamente bien, todo un caballero, un hombre muy educado y compartido, nada podía salir mal esta vez, pensamos, pero la verdad es que todo es posible en la India.

La primera hora del viaje a Mumbai, nos encontrábamos solos en el compartimento, después de tres horas, como ya es costumbre, el tren se comenzó a saturar de gente.

Los compartimentos del tren, están hechos para seis personas, pero por alguna razón, que todavía no puedo entender, había más de seis, un vagón que es para ochenta personas aproximadamente termina llenándose de 160 o hasta más, sumándole a eso la cantidad de vendedores que se suben al tren, que al final del día terminan salvándote el estómago.

Ya pasadas las horas, lo primero que empezó a sacarnos de quicio, fue el arrojo constante de basura por las ventanillas del tren, la India es un país extremadamente contaminado, sin embargo, ver como la gente lo hacía sin sentir pena, nos llenó de coraje y mucha rabia, porque es algo que todos hacen y que honestamente en esos momentos no puedes hacer nada, más que guardar la calma y conservar tu basura en una bolsa todo el viaje.

El ‘sleeper train’, por supuesto no cuenta con aire acondicionado, pero sí tiene unos ventiladores en el techo que hacen que “fluya” el aire, pero la realidad de las cosas, es que a las 5 de la tarde, tienes más de cuarenta grados y lo único que corre por ahí, es el olor a “infierno”.

Para la tarde-noche, el tren se detuvo unos minutos para los cambios de vía, para ese entonces el vagón era un caos total, niños llorando, mujeres gritando, unos sentados arriba de otros, discusiones acaloradas, miradas directas y dos mexicanos en medio de un laberinto sin salida. Yo me encontraba cansada, algunas veces subía el volumen de mis audífonos para no escuchar nada, pero no era suficiente, me sentía molesta a causa de una niña hindú que había estado invadiendo mi espacio personal, la niña venía acompañada de su madre y su pequeña hermana de aproximadamente tres años.

Tratando de calmar el estrés le dije a Ernesto: ‘¿Está muy blanca esa niña no? ’, refiriéndome a la pequeña hermana, ‘creo que se la robaron ¿no? ’ y reímos. Los hindúes tienen un color de piel mucho más oscuro a comparación de la mayoría de los occidentales, por lo cual no es muy común ver a un hindú de piel tan clara, extrañamente, ellos tienen una rara obsesión con la piel blanca.

Sin embargo, a esas alturas nada era suficiente, estábamos exhaustos. Cuando cayó la noche, decidí irme a dormir, tenía ya un tiempo sentada y mis piernas me pedían a gritos que las extendiera.

El que alguien se vaya a dormir, significa que todos los que se encontraban sentados, tenían que moverse e irse cada quien a su cama, ya que permanecer sentados era imposible. Nos correspondía la cama de en medio y la que está hasta abajo, mi primo, como ya viendo venir algo, me dijo: ‘toma la cama de en medio porque si te pones en la de hasta abajo, se te van a empezar a sentar en las piernas y tú eres bien desesperada’… accedí…

Con el ruido, el calor y las luces era casi imposible quedarse dormido, aun así, no tardé mucho en hacerlo. Perdí la noción del tiempo, pero cuando desperté, todavía estaba oscuro, muy oscuro, algo que había golpeado mi pierna, fue la causa de que volviera a despertar.

Una señora se disculpaba diciendo: ‘sorry, sorry’, fue su enorme bolsa lo que había caído sobre mi pierna, el ruido era incontrolable, recuerdo perfectamente la escena cuando giré mi cuerpo y vi que el piso era un “hormiguero”, ancianas y niños acostados en el piso entre maletas y basura, era imposible caminar por ahí, también recuerdo al hombre y su bebé que estaban en la cama de abajo enfrente la de Ernesto, se mantenían acostados a la mitad de su cama, porque alguien desconocido ya había invadido la otra mitad.

Me sentía muy somnolienta y acalorada, mis pensamientos eran un desorden, no podía dejar de pensar que era una alucinación, un delirio, desafortunadamente todo era real.

Después de algunas horas, solo se escuchaba el ruido de los fierros viejos del tren, el viento caliente que soplaba por las ventanas era tan fuerte que apagaba el sonido de los ventiladores en el techo, parecía que la obscuridad había acabado por un momento con el escándalo, por algunos segundos sentí calma, hasta que volví a quedarme dormida.

Desperté al amanecer, la gente comenzaba a moverse rápidamente y los vendedores aparecieron nuevamente, si no compraste te Chai por diez rupias indias en el tren, entonces nunca viajaste en uno.

Una ciudad comenzaba a vislumbrarse por las ventanillas, todavía acostada, pregunté a una chica si ahí era Mumbai, ella asintió, yo me dispuse a despertar a mi primo que se encontraba profundamente dormido. Ernesto siempre presume de tener el sueño más pesado del mundo, seguro no escuchó nada, pensé yo.

Cuando por fin nos volvimos a sentar, él me dijo muy convincentemente: ‘nunca voy a regresar a la India’, esas palabras me lo dijeron todo, recuerdo su mirada de angustia y desesperación. Me contó que toda la noche la gente lo estuvo empujando, gritándole y sentándose sobre sus piernas, la pasó peor que yo, pensé.

Al llegar por fin a Bombay, él y yo nos encontrábamos devastados y completamente desilusionados de aquel enorme país, me dijo que lo único que esperaba era que terminarán aquellos días para poder regresar a México.

Al final de todo, la vida recompensó nuestros malos ratos. Bombay resultó ser una ciudad diferente, calles y edificios más modernizados, con aquel aire bollywoodense y con una clara influencia Británica, la hacían completamente distinta a cualquier lugar que hubiéramos visto. Dicen en México, que en el mar la vida es más sabrosa y no es que el mar de Bombay fuera especialmente bonito, pero definitivamente le daba un color diferente a la ciudad.

El último día en Bombay, me despedí de aquella maravillosa oportunidad que tuve de viajar por Asia, contemplé a la orilla de aquel mar, dije adiós en aquel último cálido atardecer repleto de gente, cerré los ojos en aquel inverosímil y contrastante país, con un enorme sol escondiéndose entre los edificios de Mumbai, pintando las nubes de un naranja vibrante, fuerte, tan fuerte como el latido de mi corazón en esos momentos, fuerte como fueron alguna vez mis deseos de visitar aquel anhelado continente, con el mismo vigor que siguen siendo mis deseos de viajar.

Dicen que un viaje te cambia la vida, prefiero decir “te transforma”. Un día, un buen amigo en Jaipur nos dijo: ” Viajar es la mejor escuela de la vida”. Ahora más que nunca, siento que no volveré a ser la misma, tengo una sensación de bienestar que no quiero que jamás termine.

Definitivamente este viaje me cambió, pero lo que en realidad me transformó fue el episodio en ese vagón, porque aunque parezca casi invisible la enseñanza, de esas 24 horas aprendí mucho, que no logré darme cuenta hasta un día después, cuando hablaba con mi hermana, ella se quejaba enormemente de lo mal que la había pasado en un viaje en autobús de regreso a nuestra ciudad natal, yo le pregunté sarcásticamente:¿‘Tenías aire acondicionado? ’ Y ella respondió: ‘Sí, por eso no podía dormir, era demasiado frío, me tapaba y me daba calor, me destapaba y me daba frío’.No dije nada, de inmediato lo comprendí todo.

Viajar es mucho más que ir a los sitios turísticos y presionar el botón de tu cámara cada instante, viajar no es solo sentirse cómodo todo el tiempo, conocer el mundo es darte cuenta de lo que tienes. Ese acontecimiento me hizo ver, que recorrer el planeta te vuelve tolerante con las demás personas, con lo que no te gusta, con lo que no puedes cambiar, con lo que es diferente a ti.

Comprendí que debo aprender amar lo que tengo, lo que he ganado, a valorar aún más a los que me han ayudado a conseguirlo, me arrepentí de los pensamientos negativos que alguna vez tuve sobre mi país, porque nunca sabes cuando la vida te pondrá en situaciones que no esperabas, para las que no estabas preparado (a). Esa noche pensé mucho en las cosas buenas que tengo y añoré los lugares, las personas, los buenos momentos.

Escucho constantemente las quejas de mis amigos y su vida diaria, no dejo de pensar, que cada vez, son más y más insignificantes, porque he aprendido que hay que cosas por las cuales no vale la pena preocuparse.

No estoy segura si volveré a la India, aún no lo he decidido, sigo confundida, pero si sé, que algún día no muy lejano, voltearé atrás y daré gracias por haber estado ahí, por no haber estado en una peor situación, porque esa mujer que estuvo en ese tren, será alguien más, alguien distinta y me reiré de mí misma, recordaré mi aspecto de aquel día y continuaré riendo.

La vida está hecha de pequeñas anécdotas, está será una de ellas, una pequeña gran anécdota, que me dio una gran lección.

Metzín L. Gallegos


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