Mi experiencia en los MTV EMA 2018 (Parte 1)
Los MTV EMA son una ceremonia que se organizan una vez al año, y es una de las pocas cosas que sigo viendo desde pequeñito. Ha sido algo tan platónico para mí que daba por hecho de que nunca vendría a casa, pero subjetivamente, también he tenido la esperanza y la ilusión de ser parte del público, y no el que se sienta en frente de una pantalla.
Siempre había pensado que festivales tan grandes como ésta se mantendrían muy lejos de casa. Sí vi durante muchos años que los MTV EMA se habían celebrado en Londres, en Rotterdam, en Berlín, en Frankfurt, en Milán e incluso en Barcelona. Pero nunca habría pensado ni imaginado que serían acogidos en Bilbao algún día, en un futuro.
Y hace un año me enteré de que sí, de que vendrían a Bilbao. Cuando me enteré de la noticia casi se me salieron las lágrimas. Era algo que de verdad me emocionaba muchísimo porque ha sido realmente parte de mi infancia y de mi vida. Y más me emocionó cuando me enteré de que a uno de mis familiares le había tocado cuatro entradas y que una de ellas me lo iba a entregar mí por mi cumpleaños.
No reaccionaba, no me lo podía creer y todavía no lo había asumido. Me pareció irreal vivir la experiencia de unos de mis sueños desde pequeño.
E irreal me siguió pareciendo cuando por fin llegó el día qué tanto tiempo estaba esperando. Aproveché el puente de noviembre para volver a casa y así poder asistir a la gala de los MTV EMA, el cual se celebró el 4 noviembre. Junto a mi prima, cogí un bus y metro y llegué al recinto casi dos horas antes de la inauguración.
Después de esperar más de una hora, abrieron sus puertas y pudimos entrar al pabellón que acogería aquel espectáculo masivo. Y el escenario también lo era.
Era un escenario con forma de X con pantallas por todos los lados, focos y una barbaridad de gente. Nos sentamos en las gradas que nos correspondían y esperamos por media hora mientras tomábamos algo y veíamos la alfombra roja en directo a través de una pantalla.
Y cuando la dejó de emitir empezó la cuenta atrás. Fue el momento del “0” cuando todo el mundo empezó a gritar de la emoción de todo y las celebridades a entraron a la zona VIP del pabellón.
Mientras tanto, unos pocos gritos se dirigían alguien a quien personalmente no reconocía y quien estaba posicionándose en una especie de jaula bien decorada en medio del escenario y se dispuso a alzar se con el telón cerrado. En ningún momento se me ocurrió adivinar su identidad, era demasiado inocente.
De repente, varios hombres sin camisa pero con una especie de capucha puesta empezaron a entrar al escenario formando un corro y esperando a que cortinas de chispas cayeran en picado y a que el telón de la jaula se retirara.
Y ahí. Ahí se me quedó la boca traspuesta. Era nada más y nada menos que Nicki Minaj, la reina de Trinidad y Tobago, cantando la canción de “Good Form” (“Buena Forma”). Llevaba encima un “body” rosa con lentejuelas y unos tacones altos de color blanco con un par de calcetines rosas y remangados. Estaba impresionante, su figura era la de una diosa.
Rapeaba sin cesar y con mucha seguridad y cortesía, cual reina pero sin trono. Y yo como un loco con alabarla con una simple mirada y una sonrisa que no me cabía en la cara. Aquella inauguración me hizo levantarme del asiento.
Cuando terminó con su trabajo (y bien hecho), hubo un pequeño silencio y todas las luces se apagaron. Pero poco duró esa oscuridad cuando seis grandes focos se encendieron y empezaron a apuntar a la nada, a cualquier lado. Al fondo, una fachada entera se volvió blanco y cuatro siluetas aparecieron posando delante, eran las Little Mix. El cuarteto inició su actuación con un baile sensual y bien preparado, que se sincronizaba con la animación de la pantalla que tenían detrás.
Cantaron "Woman Like Me" (“Mujer como yo”) la canción más reciente que habían compuesto. Las cuatro chicas estaban en una plataforma que lentamente descendía hasta dejar de ser visible mientras cantaban la primera parte del sencillo. La segunda parte la cantaba Nicki Minaj, que en cuanto Little Mix terminó su parte todas las luces se centraron en la caribeña, quien estaba sentada en un sofá rosa con palmeras alrededor y un fondo de playa.
Y todo el escenario se volvió rosa, completamente rosa. Nicki hizo su parte del trabajo, que era rapear, y todo el público no se cortó ni un pelo en chillar y alabarla como una reina.
Y es que era una auténtica reina, no hay más que decir.
En la tercera y última vez que se repetía el estribillo, las cinco reinas se acercaron al centro del escenario y se pusieron en fila horizontal con un baile muy sincronizado, se agacharon a la vez, se levantaron de nuevo y se pusieron de perfil con un baile muy erótico, en donde cada una acariciaba la pierna de la que estaba en frente suyo, y después de varias frases más terminaron con su actuación firmado por la histórica frase de Nicki “¡Young Money!” (“¡Dinero fresco!”).
Y así se inauguró la ceremonia de los MTV EMA’s 2018. La gente se volvió loca y yo un poco más, no me podía creer lo que acababa de ver. ¡Estaba en los MTV! Era imponente, me arrebataba el aliento.
Y me dio otro ataque cardíaco cuando Hailee Steinfeld, cantante que descubrí hace años, apareció en el escenario con el honor de ser la presentadora y la anfitriona de este año. Pero no en el escenario tan grande que habían construido, no, sino en un diminuto escenario que se colocaba delante de la terraza de las celebridades.
Y ni yo ni los que se sentaban en el lado izquierdo del pabellón lo podíamos ver, pues la terraza nos quitaba la vista. Yo, por suerte, estaba en diagonal, así que algo pude ver, aunque fuera la espalda de la cantante.
La presentadora llevaba un vestido corto de lentejuelas y de color plateado, estaba despampanante. Comenzó con su charla explicando qué es de lo que trataba la ceremonia y con qué con encontraríamos durante las dos horas que duraba. Finalmente, dio gracias al público por su atención y presentó al siguiente cantante que actuaría en el gran escenario: Panic! At The Disco.
Un cantante de género pop-rock que me enamoró con la canción que cantaría a continuación: “High Hopes” (“Expectativas altas”). En las pantallitas de las esquinas, las cuales estaban colocadas en las esquinas de la pared frontal, aparecía Brendon Urie, el nombre real del cantante, escalando una de las fachadas del edificio principal del BEC, un acto que hacía referencia a su videoclip donde también escalaba un rascacielos.
Pero ese cortometraje solo duró durante la primera repetición del estribillo.
Cuando pronunció la última oración del estribillo, el cantante apareció colgado del techo del pabellón y empezó a descender como si fuera un ladrón profesional de bancos.
Todas las pantallas proyectaron la animación de un cosmos, de una galaxia de estrellas con el fondo de un color azul hermoso, y las luces no paraban, es como si se hubieran vuelto locos. Por el final de la canción, el escenario central se alzó mientras el cantante enseñaba al mundo las vocales tan agudas que podía contar, y solo por ese momentazo la actuación entera se merecía un diez de diez.
La gente se volvió loca cual luces, las luces se apagaron y cuando todos se callaron, Diego Luna y Michael Peña aparecieron de la nada para dar el premio a la “Mejor Artista”, que esta vez fue Camila Cabello. Cuando todos empezaron a chillar y a aplaudir y cuando la vi saliendo de la “Green Room” con un vestido rojo y alucinante, me lloraban los ojos de la emoción. Solo con verla, aunque fuera de lejos, ya era un sueño.
No asimilaba que aquella chica de pelo moreno expresando su agradecimiento por un micrófono y diciendo al público lo mucho que los adoraba era Camila, mi Camila. Era demasiado para mí, y no sabía cómo expresarlo en aquel instante.
Estaba en estado de “shock”. Pero más lo estuve cuando anunciaron que la maravillosa cantante catalana Rosalía sería la próxima en actuar. En aquel momento me quedé afónico, y todavía no había empezado a cantar.
Cuando ya volví a la realidad, me fijé en que habían colocado cuatro farolas en el escenario y que todas las pantallas se habían vuelto de color rojo, rojo flamenco. Rosalía empezó cantar la canción “De aquí no sales” mientras se encontraba posicionada en una especie de garaje y con unas motos detrás de ella.
Cuando lo empezó a cantar pensaba que aquello sería su actuación completa, es decir, que solamente cantaría una única canción, y pensarlo me provocó un poco de depresión ya que no la conocía.
Pero de un momento a otro, todo cambió radicalmente. Mientras rapeaba, levantó la cabeza y miró al público mientras grito “¡eh!”. Fue en ese instante cuando y comenzó sonar la canción de “Malamente”. Todo el pabellón se levantó y gritó hasta romperse las cuerdas vocales, y el primero fui yo: a eso fui yo, a cantar a los cuatro vientos junto a la magnífica Rosalía.
El público cantaba mucho más fuerte que la misma cantante, era una locura. Después de cruzar la pasarela que nacía en el “garaje”, el clímax de la actuación me dejó con toda la cara brillando y con las pupilas totalmente expuestas: la coreografía que realizo la catalana con la ayuda de un grupo de bailarines y las luces dando vueltas y animando al público a levantar las manos fue lo mejor de la ceremonia, y lo digo desde ahora.
Y terminó demasiado rápido. Ya la echaba de menos y ni siquiera se había retirado del escenario. Pero todo iba tan velozmente, sin descansos, que era usual esa sensación.
La sensación de ver una actuación y a tu cantante favorito pero parpadear y no volver a verla más, y fijarte que ya hay otra celebridad ocupando el sitio que hace poco lo estaba pisando otra persona.
Y la “otra celebridad” fue Camila Cabello, otra vez. Fue premiada por “La Mejor Canción”, siendo Debby Ryan la premiadora, una actriz que fue parte de mi infancia. Pero Camila también desapareció pronto, y Hailee sustituyó su ausencia, haciendo un poco de tiempo hasta que la próxima actuación estuviera lista.
Y la espera se alargó: Hailee dio como terminado sus explicaciones de presentadora y cedió la palabra a Marshmello, el DJ que prosiguió con la lista de premiados en aquella edición de MTV EMA’s 2018. Fue ganador del “Mejor electrónica”, y dado que no podía platicar dado que lo que más lo caracterizaba fue su máscara de color blanco con una cara dibujada, tampoco quiso quitárselo con la excusa de que no quería revelar su rostro.
Afortunadamente, su portavoz salvó la situación incómoda y dio las gracias en nombre de él.
Y Hailee volvió a aparecer entre los aplausos del público, pero esta vez sería ella quien actuaría. Yo ya la conocía desde hace años, y por lo tanto ya tenía memorizados algunas de sus canciones.
Pedía por favor a Dios que cantara una canción que supiera, pero me llevé otro disgusto: sabiendo que no se había confirmado anteriormente la canción con la que se presentaría frente al micrófono, todos tuvimos mucha intriga y curiosidad de lo que cantaría, y yo estaba muy seguro de que lo haría con una de las más conocidas internacionalmente, “I love myself” (“Me amo”), pero nos pilló por sorpresa a todos.
Lo que finalmente cantó, acompañado de una chaqueta plumífera de color amarillo chillón y bailarines vestidos de chaquetas plateadas y voluminosas, un sencillo que se había publicado hace pocos días (dos para ser exactos): "Back to Life" ("Vuelta a la Vida").
Transmitía buen rollo, sin embargo. No me disgustó del todo.
Y tampoco lo hizo Janet Jackson, la que dominaría el escenario en menos de un cuarto de hora. Sí, nada más y nada menos que la angélica Janet Jackson, la hermana del rey del pop.
Y como buena reina que era, dejó a toda Europa y todo el globo con la baba por los tobillos.
Antes de que se presentara en público, antorchas encendidas y bailarines masculinos con tambores brillantes colgados por sus cuellos acechaban el lado místico y misterioso del poder de la música.
Todas las luces se habían apagado y nada más que un sonido folclórico se escuchaba en aquel vacío, vacío que a su vez estaba hasta arriba de personas.
Un vacío que al encenderse de nuevo las luces se disparó y se esfumó entre el cabello rizado y asombroso de la icónica norteamericana. Cantó un popurrí con sus canciones más escuchadas, incluyendo la más reciente: “Made for Now” (“Hecho para Ahora”). Presencié ante mis ojos una maravilla, una genuina maravilla. Nunca había escuchado ni una sola canción de Janet, y sinceramente, me arrepiento de no haberlo hecho, me arrepiento de haber sido tan ignorante.
Su cabello, su voz, sus pasos de baile, la animación, la sincronización…Diez minutos de puro encanto y ni un solo fallo. Me quité el sombrero ante ella, y aplaudí hasta dañarme las manos.
Y cuando ya me había quedado lo suficientemente satisfecho con la gala, más explosiones de emoción, sorpresa y exaltación estaban todavía por llegar. La supernova no se había parado de extender al completo.
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