Día 52: visita de la family (Parte III: resto de Ámsterdam y sus alrededores)
El tercer día de mi familia en Ámsterdam lo emprendimos con mucha más energía, dado que en esta ocasión les dio tiempo a dormir más de 6 horas. La contraparte es que yo me tuve que dar mi paseíto en mi bici a las 8 de la mañana…, lo que me llevó a la conclusión de que la bici debería estar prohibida muy por la mañana, cuando las calles aún no están puestas. Tras el consabido desayuno-buffet, esta vez cogimos el metro para nuestro primer destino de la mañana: mi casa.
Como probablemente ya os haya comentado alguna vez, este transporte público no es el medio más utilizado por los turistas (afortunadamente), más que nada porque circula sobre todo por las afueras de la ciudad, y no tiene muchas paradas en loshiglights. Sin embargo, soy de la opinión que coger el transporte público forma parte de cualquier experiencia turística en cualquier ciudad del mundo, sobre todo si aciertas con un metro bonito. Y es que algunos de los vehículos de Ámsterdam están decorados profusamente: con flores, pinturas abstractas, dibujos de niños de guardería, paisajes urbanos, fotografías de personas anónimas, grafitis muy elaborados… Yo me he encontrado de todo, y resulta hasta decepcionante cuando llega el metro y sólo tiene sus anodinas paredes blancas de siempre.
Hicimos una parada en la universidad, para que comprobaran mi buen tino a la hora de elegir mi destino Erasmus. Les parecieron unas instalaciones muy grandes, aunque, a mi juicio, Leioa es bastante más extensa. Lo que no es discutible es la modernidad de las salas y del equipamiento de los edificios: a años luz de los nuestros, sin duda alguna. Y me encanta que la universidad esté abierta un sábado por la mañana y que me pueda colar (no, la palabra no escolar, esentrarsin más) en cualquier sala de ordenadores o aula ordinaria. Más adelante me enteré que, durante el horario escolar, los alumnos pueden entrar en cualquier aula vacía y hacer perfectamente uso del ordenador sin problema alguno. Si llegan a permitir esto último en España, los ordenadores no durarían ni un solo día, for sure.
Al llegar a Uilenstede, como no quería que se asustaran inmediatamente, primero les di una vuelta por el idílico campus, que estaba desierto un sábado por la mañana. Les gustó especialmente la pequeña laguna que tengo enfrente de mi edificio. Lo quea míno me gustó demasiado fue la eterna broma de la utilidad que el polideportivo entrañaba para mí: TODAS mis visitas me han dejado caer el mismo comentario irónico al respecto. Mi padre no daba crédito a que todas aquellas torres de vivienda, apartamentos y pisos estuvieran ocupados por estudiantes. Sí, la verdad es que no me había fijado hasta entonces, pero Uilenstede tiene que ser por fuerza el campus de estudiantes más grande de Amsterdam, seguro. A mi madre, por su parte, le llamó la atención el centro cultural, pero con la misma rapidez perdió el interés cuando le comenté que (casi) todas las obras y exposiciones se desarrollaban en holandés, algo que sigo sin entender, en un campus donde habitan tantos estudiantes internacionales.
Ya en el piso, mi madre en seguida sacó punta a que no tuviéramos ascensor. Pero en seguida se tuvo que retractar de nuevo cuando le dije que vivía en el primero. Por suerte, la puerta aún tenía tendencia a cerrarse cuando mis padres estuvieron de visita, así que la llave magnética les dio sensación de seguridad. Una vez dentro, la sorpresa nos la llevamos todos: DUWO había pasado el día anterior por el piso (o eso pensé yo entonces), porque todo estaba reluciente, y la cocina sobre todo. Bueno, los pasillos seguían en su línea, con los zapatos tirados frente a las puertas y el muertomuerteandoen una esquina. Pero no me guardé nada, les enseñé hasta los caóticos armarios, donde generaciones y generaciones (como mucho dos) de estudiantes han ido dejando sus cosas cuando les tocaba abandonar el edificio. Los baños también tenían aspecto limpio: la alcantarilla aquel día no estaba atascada, los lavabos estaban más o menos decentes por cortesía de DUWO, y Giulia y yo habíamos ordenados el entorno de la lavadora unos días antes. Las enormes duchas también juegan a nuestro favor, y no le dejé a mi madre asomar la cabeza al baño que huele (sigo sin saber a qué, por cierto… No es del todo un mal olor, sólo penetrante, diría yo). En general, se podría decir que aprobé la inspección sanitaria.
Y la aprobé con creces: nunca pensé que diría esto, pero fue la cocina la que les convenció. El día anterior, el suizo había organizado una fiesta en el piso, lo que quiere decir que invitó a mucha gente y no se preocupó de recoger nada. Así que a la mañana siguiente, cuando yo me disponía a recoger a mis padres del hotel, me encontré todo manga por hombro. Como en principio pensaba traer a mi familia de visita aquella noche, le puse un apremiante (amenazante, para ser sincero) post-it al suizo en la puerta antes de marcharme, urgiéndole a que recogiera todo antes de que yo estuviera de vuelta. Creo que debería comenzar a pedir mis favores vía post-it, porque funcionó. ¡Vaya si funcionó! Jamás había visto la mesa de la cocina tan limpia, ni los fuegos tan pocograsosos, los armarios estaban ordenados y yo diría que hasta el suelo estaba barrido. Por primera vez, sólo me faltaba unpetisuispara sentirme orgulloso de mi cocina: se podía hasta apoyar la mano en la mesa sin riesgo a tener que lavarla después con detergente. Hasta aquella noche estuve dándole vueltas a cómo agradecerle al suizo el haber elegido aquel día precisamente para ser tan concienzudo. Y digo hasta aquella noche, porque fue cuando me enteré de que realmente habían sido el húngaro, el americano y el indio quienes habían puesto manos a la obra. Es decir, que mi asombro fue aún mayor cuando comprendí que había sido pura casualidad que eligieran aquel día para limpiar la cocina, pues ellos no tenían noticia del post-it. Por otro lado, esto me dio una pobre imagen del suizo, peor aún de la que ya tenía entonces… , aunque sin llegar a los extremos actuales.
Y, aunque era sábado por la mañana, presenté a mis padres al húngaro (qué, cómo no, estaba despierto desde las 7 aprox.) y al americano, que estaba con un amigo aquel día. Un amigo que estaba aquí sólo temporalmente; así que a mis padres no les salían las cuentas habitaciones-compañeros de piso. A la pobre Giulia la despertéex profesopara que saludara a mis padres, pero prefirió quedarse en la cama, lo que es muy comprensiblemente si sólo has dormido 4 horas hasta que alguien te sobresalta a golpes en tu puerta. Mi familia no me revolvió demasiado la nevera, alabaron mi buen gusto para la decoración, el sol salió para dejarse apreciar a través de los enormes ventanales y mi ama hasta se aposentó en la butaca, así que podríamos decir que se quedaron contentos con el destino del dinero que están invirtiendo en este Erasmus, a la espera de las becas (si es que finalmente llegan). Al final, Giulia venció su pereza italiana y se dejó caer por mi habitación. Hasta fuimos a despertar a Nathan, que nos abrió con sólo la camisa, puesta al estilo camisón… Una de las imágenes más absurdas que he visto en mucho tiempo. Vaya ataque de risa. Se arregló un poquito y se presentó a mi familia. También dijo cosas bonitas de mí, pero, en lo que respecta a mis padres y mi hermana, yo me las podía haber inventado en la traducción, ¿no? Al final se nos estaba haciendo tarde, así que los saqué a rastras antes de que alguien empezara la rutina diaria de ensuciamiento y la buena impresión de mi familia desapareciera tan rápido como la limpieza en mi cocina.
Nuevamente cogimos el metro, y nuestra primera parada fue el Hermitage. Como ya dejé claro en su momento, no es mi museo preferido de la ciudad, pero a los padres les gusta la pintura clásica…, será porque era la única que existía cuando estudiaron Historia del Arte. Además, como ahora visitando el Hermitage también tienes acceso a la exposición de Van Gogh, el recinto estaba plagado de españolitos, ¡con lo que nos gusta el 2x1! Aquel día el Museo estaba a rebosar (sábado por la mañana), pero no resultaba ni mucho menos tan agobiante como la casa de mi amiga Anne: menos escaleras, menosopresión. Por otra parte, no tuve que ejercer de traductor simultáneo tan a menudo, porque el arte se puede interpretar tan bien en un idioma como en otro. O inventarse, vamos. A mis padres les decepcionó un poco no ver “La noche estrellada”, pero, ¡qué coño!, tenemos una copia colgada en una pared de casa. Mmmm… se puede decir que prácticamente me he criado con Van Gogh. A mi hermana la pobre este museo se le hizo bastante tedioso. Estuve a punto de comprarle el cuaderno de actividades para niños, pero quizás me arriesgaba a herir su recién descubierto orgullo de adolescente. Bueno, en realidad tampoco fue para tanto, en este museo hay muchos colores, y a mi hermana y a mí eso siempre nos ha distraído. ¡Uffh, lo que pudimos disfrutar con la exposición de Murakami en el Guggenheim de Bilbao!
Tras el Hermitage, nos dimos una vuelta por el mercadillo de Waterloo, donde mi hermana se compró el típico gorro de Ámsterdam (qué predecible es la adolescencia, por favor) y yo le regalé a mi madre un tulipán de madera, que se dejó descuidadamente en el restaurante donde cenamos aquellas noche. En fin, “Padres: mejor cultivar tomates”, como diría la madre de Matilda. Casi nos sentimos como en el pueblo, yendo de mercadillo en familia. Sólo que aquí no nos gritaban piropos ni improperios, y a las vendedoras no les hacía falta asegurar que las bragas estaban sin usar (os puedo asegurar que mi pueblo es muy… pintoresco, desde luego). Demostré a mi familia que había hecho amigos allí cuando me encontré en el mercadillo con Jeanne y más tarde con toda la tropa de mi piso, que habían acudido a Waterloo a comprar un disfraz para la fiesta de Halloween que se celebraba aquella noche. Aunque más bien era Nathan quien parecía querer demostrar algo a mis padres, por la profusión y la alegría de sus saludos. Me dio un poco de envidia tener que separarme de ellos, la verdad, pues, pocos son los planes en mi piso en el que nos reunimos tantos, y yo me lo estaba perdiendo. Los sacrificios que hay que hacer por la familia xD
Comimos muy cerca de Waterlooplein. Evitando estratégicamente los asadores argentinos con sus precios por las nubes, nos cavamos acomodando en una mesa alta de un restaurante de tapas ypintxos. Ahora que lo pienso, creo que no he visto menús en los restaurantes de Amsterdam… Será que salgo poco, porque tiene que haberlos de fijo. Quizás se debe a que mis ojos se nublan en cuanto veo cualquier número superior a 15. Casualmente, compartimos mesa con una chica española y sus amigos extranjeros. Ella tendría sólo unos 7 o 8 años más que yo, lo que me hizo preguntarme si, en unos años, yo también viviría así, quedando con mis amigos internacionales en una ciudad extranjera, comentando cosas del trabajo y de la fiesta del día anterior. Parece un plan muy atractivo, de todos modos. Si necesitáis más información sobre este grupo de amigos, no tenéis más que preguntar a mi madre, que estaba más en su conversación que la nuestra (y eso que no entiende ni papa de inglés); un poco más y acerca su silla al círculo de amigos y les pide que repitan los chistes que no ha entendido. En todo caso, no fue una de nuestras mejores comidas: los emparedados estaban fríos, y no eran muy sabrosos que se diga. Por cierto, casi nos accidentamos al no haber apreciado la trampilla del suelo (argolla incluida) situada justo al lado de nuestra mesa. Parecía el acceso a la bodega de cualquier taberna recién sacada de “El Señor de los Anillos”. A todo esto, ¡qué ganas tengo de ver “El Hobbit”!
La primera parada de la tarde la pasamos en la Casa de Rembrandt. Importante: si el local se llamacasa, será por algo. Efectivamente, aquí no encontrarás ni un solo cuadro de este famoso pintor, sino su morada. Puedes asombrarte con lo minúsculos que eran el siglo XVII (y estamos hablando de holandeses, así que no quiero imaginarme cómo serían los españoles…) al comprobar la pequeñez de las camas. Y, desde luego, lo que es asombroso es la colección de cachivaches del artista, tan extensa como estrambótica: los bustos de emperadores romanos, las armas artesanales de culturas africanas y oceánicas, las rústicas armas, las gigantescas biblias… A mí me resultó fascinante, no sólo por la variedad de objetos coleccionados, sino también porque todos ellos fueron adquiridos durante la vida del artista, y desde luego, tiene que ser complicado (y costoso) hacer con un caparazón de tortuga gigante. Se puede entender por tanto que Rembrandt acabará en bancarrota, sin posibilidad de pagar la hipoteca, desahuciado… hasta que finalmente murió en la calle y fue enterrado en una fosa común de alguna de las múltiples iglesias de Ámsterdam.
Lo que en ningún caso nos resultó tan impactante fue la exhibición de grabados que se organiza regularmente en este museo: mis padres se fueron inmediatamente porque no entienden absolutamente nada de inglés, y mi hermana y yo nos alejamos minutos más tarde porque no entendíamos absolutamente nada, a secas. El resto de la casa lo ocupan ciertos borradores, grabados y estatuas del artista; es decir, todo lo que no cabía en las otras salas. Lo buena de este museo es que, con la entrada, los turistas recibimos una audioguía gratuita. Yo no soy muy partidario de estos chismes, porque, por lo general, sueltan una chapa de impresión, y entran en el análisis de cada obra en mucha más profundidad de la que yo soy capaz de soportar/apreciar. Sin embargo, en este caso, la información había sido adecuadamente seleccionada y no me dormí por las esquinas. Hasta a mi hermana le resultó entretenida.
Tras tomarnos el café post-comida (sí, esta vez lo pospusimos un poquito) en una cafetería con vistas al Amstel, recorrí con mi familia lo que nos quedaba por ver del Amsterdam clásico. A mi padre le pareció un crimen que en plena plaza Dam hubieran colocado las barracas de turno. Mi ama, por su parte, resaltó la suciedad del Palacio Real (y sí que está sucio, la verdad). Pero mi hermana y yo estábamos mucho más ocupados meándonos de la risa porque mi madre hubiera confundido dos estatuas del Madame Tussaud con estudiantes a punto de tirarse del balcón. Y eso que por lo menos estaban a escala 2:1. ¿Cómo sería la vida a partir de los 50 antes de las gafas? Mucho más aburrida para los hijos, desde luego.
Como a mi aita se le metió entre ceja y ceja visitar el estadio de fútbol (olímpico, que conste) del Ajax de Ámsterdam y, sobre todo, como tenía transportegratuito, hicimos nuevamente el vacío al resto de medios de transporte de la ciudad y cogimos el metro hasta las afueras, hacia la zona comercial donde se encuentra el Amsterdam Arena. Para los de Bilbao, Cantabria y Álava, deciros que se trata de una especie de MegaPark a lo bruto (también hay un IKEA en las cercanías), aunque cuando fuimos nosotros ya estaba desierto, que eran las 5 de la tarde y a las tiendas ya les tocaba cerrar, no fueran a arriesgarse a estar abiertas una vez el sol se hubiera puesto. A mi padre no le interesaban tanto las tiendas como el campo de fútbol, y fueran las puertas de este último las que intentamos forzar. Una curiosidad respecto a este estadio es que la autopista por debajo del mismo. Toma obra de ingeniería. Por cierto, me entró la (momentánea) curiosidad de saber por qué un equipo de un país de tradición más germana que mediterránea se llama como uno de los principales héroes de la mitología griega (Ajax). En las cosas que pensamos los que no nos gusta el fútbol (!) para abstraer nuestra mente de todo lo relacionado con pelotas y tarjetas de colores.
De vuelta en Amsterdam, nos bajamos en la estación central y bajamos por la calle principal que une ésta con la plaza Dam, la vía más turística de la ciudad con diferencia. No hay un local que no estén pensando en los extranjeros: tiendas de souvenirs, atracciones (Amsterdam Dungeon), sitios de comida rápida… Por eso no me gusta visitar esta parte de la ciudad lo primero de todo; mis visitas se arriesgan a llevarse una visión equivocada de Amsterdam. Por cómo hablo, ni que llevara yo tres vidas viviendo aquí. Sin embargo, algunos lugares son más fáciles de llamarcasaque otros. La plaza Dam estaba en plena ebullición aquella noche, entre las atracciones que antes he comentado, elH&Mque, arriesgándose a ser marginalizado en los círculos comerciales de Amsterdam, seguía abierto y, sobre todo, los cientos de personas impacientes, a la espera de la muy prometida procesión de Halloween. Yo había quedado con mis compañeros de piso aquí, no recuerdo muy bien para qué.
Y finalmente comenzó el espectáculo. No es sólo que todo el mundo fuera disfrazado en mayor o menor grado (siempre hay esquiroles en todas las procesiones a las que he asistido… y muchas veces yo soy el esquirol), es que el grado de elaboración era impresionante. Música de ambiente durante todo el recorrido, coches fúnebres, carrozas con DJ, pasos de baile zombi… Y los disfraces: los niños eran especialmente terroríficos, pero también había gente vomitando sangre, otros con el cerebro muy realísticamente saliéndose del cráneo, vestidos de novia, guarrillas de todo tipo, armas por doquier, jaulas, instrumentos de tortura… y no se acababa. Todos en perfecta coordinación. Bueno, de vez en cuando había algún despistado disfrazado de Spiderman, pero se le podía perdonar. Yo estuve con la boca abierta todo el tiempo, y mi aita agarraba la cámara tan fuerte como mi hermana mi brazo. Todo un espectáculo para nosotros, que nuestras procesiones más organizadas son las de Semana Santa y, aunque es muy discutible hasta qué punto los cofrades van en verdad disfrazados, no resultan ni de lejos tan entretenidas. Y eso que en Bilbao tenemos una señora que todos los años nos ameniza bastante la sesión, bailoteando descalza en plena Gran Vía. Nos encontramos también mis amigos, que no habían tenido tiempo más que para comprarse unas máscaras. Buena, una de ellos iba disfrazada de algo parecido a Matahari (¿qué os he dicho de los despistados?), aunque ya hacía demasiado frío para un escote. Otra de ellas iba asándose dentro de su máscara porque era de un material especial no muy transpirable, así que resulta que la máscara que yo pensaba que era gris, en realidad se la vendieron como transparente, y era el vaho el que la estaba matando. Vamos, ni la famosa escena deTitanic.
Mis amigos se quedaron un rato con nosotros, esperando al chino, que iba disfrazado de momia y se había perdido (Sorry, have you seen a mummy by chance?), pero nosotros nos retiramos pronto a cenar, y les dejamos con su búsqueda, y es que Nathan es como los niños: desgraciadamente, siempre encuentran el camino de vuelta a cada (imagino que Maddy es la excepción que confirma la regla…). En busca de un sitio para cenar, guié a mi familia por el barrio chino de Amsterdam. Como ya era bastante tarde, la parte más bonita del mismo (el templo ¿budista?) estaba cerrado… igual que es estómago de mi madre, cuando se vio incapaz de darles un nombre a los animales muertos colgando de las carnicerías chinas; sobre todo a aquellos que tenían una larga cola. Todos temimos que los oportunos comentarios de mi aita acerca de la peculiar ausencia de gatos en las proximidades de nuestro restaurante chino habitual de Bilbao fueran efectivamente acertados. En una visita posterior al barrio chino comprobé que aquellos animales amorfos no eran otra cosa que patos y que, lo que habíamos tomado por una cola, era en realidad el cuello. Pero aún no he sacado a mi familia del error =)
Así pues, cenamos en un restaurante chino de la zona (no había más opción), regentado por dos asiáticos centenarios. Aquella fue de las únicas veces que he tenido problemas de comunicación en Holanda, pues, aunque el menú también estaba en inglés, los dueños no eran muy fluidos en el idioma. Por tanto, apostamos sobre seguro y nos decantamos por los platos que tomamos en Bilbao (o por su versión holandesa), y no nos salió tan mal la decisión. Durante la cena, me llamó una compañera de clase de mi universidad de Bilbao con la que hacía ya tiempo que no tenía demasiada relación: resulta que estaba en Amsterdam de viaje, pues su universidad de Erasmus es la de Groningen y quería saber algún lugar de fiesta en las cercanías donde nos pudiéramos ver. Casualmente, su hostal estaba en la misma calle donde estábamos cenando (un hostal dedicado a las biblias, por lo que me contó apurada mi amigaevangélica). Sin embargo, me excusé arguyendo que a mi hermana el pan de gamas le había sentado mal y que, al tener a mis padres de visita, nos teníamos que ir pronto para el hostal. Prometí llamarla como quien promete la luna y, lo mejor de todo, es que no me sentí mal en absoluto. Qué quieres que te diga, ni ella ni yo íbamos a sentirnos demasiado cómodos de haber quedado. Los dos lo sabíamos, sólo que yo tengo menos vergüenza de admitirlo. Y, para cumplir al menos parte de mi respuesta, tras la cena nos fuimos derechitos al hotel y a la cama, que había que salir bien prontito la mañana siguiente hacia el aeropuerto de Rotterdam.
- Metedura de pata del día: los desayunos-buffets suelen salir caros. Aviso Día 2.
- Moraleja del día: mentir está mal. Nos lo dicen en casa, nos lo dicen en el cole y, si vas a una universidad jesuita como la mía, también te lo recuerdan allí. Pero mentirdescaradamentedelante de tus padres les da una visión de ti que no te ganas ni con 100 discusiones acerca de la hora de llegada. Aún no sé si este comentario es positivo o negativo.
- God bless: los centros comerciales. Con la intención de ir al estadio olímpico, acabamos entrando en elMediaMarkt(¡esto sí que es una visita completa a Holanda!) y, como quien no quiere la cosa, acabamos mirando mi futuro portátil…
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