Día 1: llegada a Amsterdam.

Fue Vueling la elegida. Y con ella llegué a Ámsterdam un jueves ya de noche. El primer vuelo que cogía solo. Cómo no, en el aeropuerto todo fueron despedidas, pero ninguna amarga, por supuesto; sólo los nervios de última hora. Como tampoco puedo estar mucho tiempo sin hablar con nadie, en seguida empecé a compartir experiencias con mi compañero de asiento, un chaval unos años mayor que yo que también había estado de Erasmus en Holanda y a quien le había ido tan bien, que ahora había comenzado un máster también en ese (¡este!) país. La verdad es que fue una charleta superficial de dos completos desconocidos... y él nunca sabrá lo mucho que me animaron aquellos comentarios tan casuales, el refuerzo positivo con el que aterricé en Schiphol. Schiphol,  aeropuerto cuya pronunciación se me sigue atragantando.

Tenía todo perfectamente atado. De verdad que lo tenía. Sólo tenía que coger el tren en el propio aeropuerto y en 7 minutos exactamente estaba en la puerta del hotel donde habría de pasar la primera noche. Lástima que me equivocara de tren. Las 23:00 y estaba en Amsterdam Centraal. Las 23:30 y estaba de vuelta en el aeropuerto, porque parece ser que mi parada (Amsterdam Zuid-Amsterdam Sur) era la ÚNICA con la que NO conectaba directamente la estación central. Medianoche y llegué al hotel. En casa cardíacos porque habíamos quedado en Skype hacía una hora. Y, por supuesto, llovía.

Así es como llegué al Qbic Hotel Amsterdam: calado, cargado con dos Erasmus-maletas (porque no son maletas normales, ya-tú-sabes) y con una cara de "nada me va a impedir coger la cama ahora mismo". ¡Sorpresa! ¿Sabéis cuándo le tocaba al de prácticas el turno de noche? Efectivamente. Cuando me dijo que esperara  porque iba a comprobar que mi habitación estaba limpia, pedí al cielo que me diera paciencia, porque si me daba fuerzas... ¡pobre becario! Afortunadamente, la habitación ESTABA limpia. Afortunadamente, la habitación molaba mucho. Es lo que tiene un hotel que se publicita como "de diseño". Lo que no me esperaba aún así eran neones en la cama y una ausencia descarada de puerta entre la habitación y el baño. Pero al ver el mural que tenía por pared, se lo perdoné todo.

Por fin, tras hablar un poquito por Skype y ponerme el pijama (no hay nada como el pijama para sentirse en casa, sobre todo si es viejo y feo... como el mío, sí), me puse tibio a jamón serrano. Y yo que me reí de mi ama cuando insistió en meterme 3281 kilos de embutido en la maleta... aquella noche no tenía ganas ni para arrastrarme hasta la máquina expendedora.

Me metí en la ENORME cama y no tuve ni tiempo de pensar que apenas había salido de casa hacía 4 horas y que no iba a volver en 4 meses. Fue arrebujarme en ese nórdico... y destaparme otra vez para apagar los putos neones.

  • Metedura de pata del día: si la primera vez que preguntáis por el transporte público no os queda claro (normal...), VOLVED A PREGUNTAR
  • Moraleja del día: no desaprovechéis la oportunidad de hacer amigos, aunque sólo os vayan a durar un par de horas. Los resultados son sorprendentes.
  • God bless: el pijama.

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