Amsterdam y la desviación positiva

Ya teníamos ganas de llegar a la capital holandesa (que para el que no lo sepa es Amsterdam), y es que no era para menos, pues en dos días habíamos visto ni más ni menos que Bruselas, Brujas y Rotterdam, y al tener el hostal desde la mañana siguiente, pues estaba claro que ya había ganas del esperado lugar que nos haría reir, emocionarnos y que nos llevó a un mundo paralelo del que siempre nos quedará algo (ufff que bonito que me ha quedado, si es que soy un romántico).

Como mi descripción inicial ha sido un poco asbtracta (o preciosa mejor dicho), volveré a mis cabales y diré que el viaje entre Rotterdam y Amsterdam dura alrededor de una hora y cuarto, y es que se encuentra como a cien kilómetros de distancia, por lo que ambas ciudades con sus carreteras amplias y de muchos carriles, estaban perfectamente conectadas y llegaríamos en un "santiamén". Cosa que nos sorprendió antes de empezar a contar nuestra aventura, es que en estas carreteras amplísimas, siempre de tres o cuatro carriles y pocas veces de tan sólo dos; el límite de velocidad no era muy alto, y es que raro era ver que te dejaran ir a más de 100 kilómetros por hora, cosa que no tenía mucho sentido. No tiene mucho sentido por la sencilla razón que pocos coches transcurren por estas vías y que por lo dicho antes, de encontrar tantos carriles y tan amplios, la posibilidad de que yendo algo más rápido te ocurra algo es muy baja (baja en el sentido de comparación por ejemplo de ir a 130 km/h a ir a 100 km/h, pues prácticamente sería la misma posibilidad pero llegarías antes). Aunque claro, de esta manera se aseguran poner un número de multas mayor, inteligentes ellos.

Pero fuera de estos pensamientos, el trayecto a esa hora ya de la noche, que rondarían como las 22, 30 o así, pues se nos hizo rápido y es que si bien alguno que otro echó alguna que otra cabezada, los demás lo vivíamos con algunos temazos que poníamos en el coche y que conectábamos con los móviles de dos de mis compañeros. Algún que otro tema ya lo habré escuchado mil veces desde que volví de ese viaje, pero eso de nuevo no le importa a nadie y seguiré contando qué vimos y qué ver y hacer por la capital holandesa.

Como decía, el trayecto duraría algo más de una hora, y al ir entrando en esta ciudad con encanto, ya empezaba a recordar diversos lugares de mi primera visita hacía ya unos dos años. Eso me gustaba, pues ninguno de los otros compañeros había estado antes allí y con algún que otro lugar que sí que conocía pues podría guiarlos un poco (y perderlos también a veces), por la ciudad e ir al grano a los mejores sitios. La fábrica de Heineken y el Holland Casino eran los puntos cardinales por los cuales yo me sentiría como en casa (en el sentido de orientación, que nadie se equivoque) y sabría dónde estábamos en cada momento, pero es que nuestra primera idea era por supuesto ir al hotel en cuestión para saber dónde se encontraba para la mañana siguiente. Teníamos tiempo de sobra, serían como las 23, 30, y hasta las diez de la mañana o así no podríamos entrar en el hotel, por lo que la mejor decisión de todas ya que cada uno tenía material suficiente para la noche, era salir de fiesta sin ninguna duda.

Nos guió el GPS hasta la calle del hotel, hotel que se denominaba "Sarphati hotel" y decir que se encontraba en la calle sarphati a su vez a unas calles de distancia del parque que lleva el mismo nombre. El GPS nos guió de una manera estupenda y tras estar unos minutos yendo por Amsterdam y ya sentir que serían dos grandes días los que tendríamos allí, llegamos sin complicaciones a la mencionada calle. Nos decía que era el número 58, y al bajarnos y aparcar el coche en un momento justo al lado de ese número, nos dimos cuenta de que lo que había era un bloque de pisos, bajito, y sin nada más. Llamamos por si se encontraba dentro pero nos resultaba raro que no hubiera ningún cartel ni nada parecido por fuera, por lo que empezamos a mirar por las indicaiciones de la calle.

En un buen vistazo, vimos como se encontraba un edificio al principio de la calle que ponía "Sarphati Plaza", tres estrellas, por lo que claramente pensamos que habíamos dado en el clavo. Fuímos hacia allí, y estaba cerrado y sin nadie dentro.

"Mmmmm que raro, un hotel debería estar abierto las 24 horas del día, tiene que haber otra puerta", pensé al ver todo aquello. Miramos por los alrededores a ver si se encontraba una puerta de entrada cerca que no fuera aquella principal pero nuestra búsqueda no tuvo éxito y lo que hicimos fue simplemente ir de nuevo a la calle donde a priori se situaba el hotel, y preguntar a alguien de la calle. La gente no tenía ni idea y es que creían también que era ese edificio en cuestión, por lo que entramos en el hostal más cercano que vimos justo en esa calle para ver qué pasaba y por qué no encontrábamos el dichoso hostal. Alguno ya pensaba que ni existía y es que pagar 9, 99 euros la noche, en pleno Amsterdam, no muy lejos del centro y encima con desayuno incluído pues la verdad que hacía que te llegaras a replantear incluso el asunto.

Y más cuando al preguntarle al hombre se quedó un rato pensando y dijo que ese hotel no se encontraba en la calle en la que el GPS nos había movido. Pero menos mal que desde hace algún día la desviación negativa del principio se había esfumado y había dado una positiva para equilibrar la balanza, y fue justo el momento en el que el hombre nos dijo que había dos calles en Amsterdam que llevaban la palabra "Sarphati", y que la del hotel seguramente sería la otra, justo la que está al lado del parque del mismo nombre y no en la que nos encontramos. Resiralamos de alivio y fuimos hacia allá con el coche; y menos mal que era cierto que se encontraba allí el hotel en cuestión, que por cierto finalmente era de dos estrellas y no de tres, y al ver el asunto justo en el número que debía estar, pues simplemente nuestra idea era ya una vez sabida la calle para la mañana siguiente a escasas horas; pues el irnos a un sitio tranquilo a tomar algún aperitivo en forma de dulce, beber algo y luego salir de fiesta por Amsterdam.

Y es que era dos de febrero, sábado y si queríamos salir a lo largo del viaje esa era la última oportunidad, por lo que no podíamos desaprovecharla en absoluto. Cogimos el coche y al dar una pequeña vuelta por allí, nos adentramos en una urbanización, apartados de la muchedumbre, donde sería el lugar idóneo para cenar y beber algo antes de salir y nos pusimos a ello sin dudarlo. Lo primero que hice fue coger el vermouth y los tres zumos comprados (uno de mango, otro de lima limón y otro de granadina), para que mezclados con la bebida alcohólica suave (menos de veinte grados), hicieran un cóctel que a tres de nosotros nos gustó sin contemplaciones. Además, dejando fuera los vasos, se ponían esos cócteles frescos rápidamente, por lo que estaba aun más bueno de lo que podíamos esperar. Mientras, nos comimos alguna que otra galleta y chocolate, pues la cena grande ya la hicimos hacía horas en Rotterdam, por lo que ya simplemente sería un aperitivo para antes de beber los cócteles y marcharnos de fiesta.

La música estaba puesta y mientras, dos de los demás compañeros abrieron su botella de ginebra para animar más si cabe la noche que prometía sobremanera. Poco a poco todo iba bajando y el zumo entraba de una manera alucinante. . Pasaron los minutos y entre que ya quedaba poco para acabar el vermouth, a los otros una botella de ginebra, y que ya se empezaba hacer tarde junto con que vino un vecino a decirnos que bajáramos la música, fueron señales suficientes como para replantearnos el movernos de allí en breves momentos.

Salimos del coche con nuestro mapa, y empezamos a ver si estábamos lejos o no de la zona de fiesta. Serían como unos diez minutos o quince de distancia andando, pero como no encontrábamos el camino correcto tras empezar a andar le preguntamos a una chinita que paseaba por allí. Ella amable, y en inglés nos explicó que era hacia el otro lado, por lo que tras el trayecto que habíamos recorrido para nada, ya nuestra siguiente idea sería la de coger el coche y llegar cuanto antes, para evitar que no nos dejaran entrar debido a que se acercaban las dos de la mañana. Pusimos la zona de fiesta en el GPS, y cuando ya llegábamos al destino, vimos como una muchedumbre se encontraba a la derecha esperando cola. Se trataba claramente de una discoteca, y es que habíamos seguido con la desviación positiva y sin querer habíamos dado con uno de los mejores sitios para salir de la noche de Amsterdam. Dejamos el coche no muy lejos tras el puente, después de que un policía nos dijero qué sitio era el bueno para aparcar y nos dirigimos a aquel sitio sin dudarlo ni un segundo.

La entrada valía diez euros, sin consumición ninguna incluida pero es que sinceramente con la hora que era y acercándose las tres de la mañana no nos la podíamos jugar buscando otros lugares donde meternos. Ya habíamos dado con uno y teníamos que jugarnos el "all in" fuese como fuese, aunque tomáramos una mala decisión ya que no sabíamos ni estilo de música, ni de personas, ni lugar, etc.

Pero es que encima esa desviación seguía yéndose a la derecha y se estaba haciendo más positiva aun (con el peligro por consiguiente de que tarde o temprano se volviera al equilibrio y fuera hacia la negativa de nuevo), porque el sitio era amplísimo, con dos salas grandes y tipos de música distintas para los gustos diferenciados. Si bien en la de la derecha, que era más pequeña, la música que mandaba era la electrónica, en la izquierda ganaba el R&B y el Hip-Hop, estando todo lleno de personas de raza negra, cosa que se notaba simplemente en el modo de bailar de las personas allí presentes.

Ellas llamaban la atención no simplemente por el hecho de tener labios gruesos, caderas amplias, piernas voluminosas y un culo alzado; sino que tenían además movimientos que ninguna mujer de raza blanca podría llegar a imitar durante toda su vida. Eso se llevaba en los genes y eso se nota a kilómetros de distancia. Ellos por contra, fibrosos en su mayoría, con piernas largas, hombros anchos y una cara geométrica claramente marcada, bajaban el listón en el modo de baile y hacía que algún blanco que tuviera ritmo y pusiera empeño pudiera llegar a hacerles frente en ese aspecto.

Pero es que su ritmo y dinamismo no eran normales, describiendo aquel sitio con las palabras de estilo, electricidad, ritmo y visualidad, en el sentido de que cualquier movimiento que hicieran pues parecía a simple vista mucho más estiloso que cualquiera hecho por otra persona de otra raza distinta. Si encima le sumas a todo eso, que el buen rollo en el ambiente era el que mandaba y que encima ponían temazos tras temazos de remix gracias al Dj que sin duda estaba ganándose el sueldo totalmente de manera merecida, pues hacía que no nos pudiéramos olvidar de aquel sitio de una manera sencilla y que días después la nombráramos como una noche mágica.

En definitiva, que aquel sitio nos conquistó (nada que no se nota nada que me encanta esa música y estilo) y que estuvimos comentando y aun recordando momentos de aquella noche. Pero como todo lo bueno se acaba, pues había que ir tirando hacia el coche y pensar en qué hacer en aquellas cinco horas que aun nos quedaban para que nos abrieran el hotel sarphati. ¿Qué podíamos hacer mientras?

Continuará.....

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