Un día en Alcalá

El pasado 1 de noviembre, que fue festivo en España por celebrarse el Día de Todos los Santos, hice una visita a Alcalá de Henares. Pese a que hace más de año y medio que vivo en Madrid, nunca había ido a esta vecina ciudad. Mucha gente me la había recomendado y la verdad es que acertaron al decirme que me iba a encantar.

Tardamos unos 20 minutos en llegar con el coche, pero también hay línea de tren de cercanías que lleva a Alcalá y sale con bastante frecuencia. Nos dirigimos al centro, a la Plaza de los Santos Niños, donde encontramos una oficina de información turística y nos  explicaron el recorrido que podíamos hacer.

En primer lugar, acudimos al Museo Arqueológico Regional en la Plaza de las Bernardas. Sorprende del espacio su modernidad y buena presentación de los contenidos; de forma didáctica repasa la historia de la Comunidad de Madrid, desde la prehistoria, pasando por la época romana, la medieval, hasta nuestros días.

Además, pudimos disfrutar de la exposición temporal "Aníbal en Hispania", que trata de despejar dudas sobre este personaje histórico, sobre este guerrero que combatió al ejército romano.

La visita al museo es gratuita y está abierto toda la semana menos los lunes. 

Después de esto, como ya eran las 3 de la tarde decidimos hacer nuestra segunda visita, esta de caracter gastronómico. Elegimos un lugar que nos habían recomendado y fue todo un acierto. El restaurante se llama "Las Cuadras de Rocinante" y se encuentra en la calle de Carmen Calzado, número 1, cerca de la casa natal de Miguel de Cervantes.

Es un mesón rústico, un espacio castizo donde deleitarse con tapas y raciones caseras. Por la época del año, todavía se podía comer en la terraza, aunque nosotros preferimos mezclarnos en el ambiente tumultuoso y cálido del espacio. Tuvimos que esperar alrededor de 20 minutos en la barra hasta que nos dieron mesa, pero no nos importó. Abrimos boca con unas cañas y las pequeñas tapas a las que nos invitó la casa: trozos de queso curado y mini empanadas.

Mientras, el espectáculo se desarrollaba en nuestras narices. El ir y venir de los camareros, el ajetreo en cocina, los espectaculares platos saliendo... Decidimos ya casi lo que íbamos a comer, solo con la vista. Nuestro pedido se compuso de una ración de morcilla de arroz frita, una cazuela de albóndigas caseras con salsa y pinchos morunos a la parrilla. Para beber, una jarra de vino tinto de la casa, joven y fresco, bueno para acompañar la carne.

Acabamos saciados con todo lo pedido, así que no llegamos al postre; un par de cafés cerraron la comida y seguimos nuestra ruta por esta ciudad que es Patrimonio de la Humanidad. Quiero destacar lo bonito que es recorrer la calle Mayor de Alcalá, precisamente porque es la calle de soportales más grande de España. Entre las columnas de piedra se esconden negocios tradicionales y tiendas actuales de moda o restauración.

En esa misma calle está otro de los centros de visistantes más importantes de la ciudad: la casa-museo donde nació el ilustre escritor Miguel de Cervantes. Este enclave fue inaugurado como museo en 1956 y mediante su visita se conoce lo que era una casa bienavenida en los siglos XVI y XVII.

La catedral de Alcalá es otro punto que el visitante no debe perderse. Está en la misma plaza de los Santos Niños Justo y Pastor. De hecho fue construida en el lugar exacto donde estos niños mártires recibieron sepultura. Su torre es lugar de llegada para viajeros y peregrinos, pues señala el punto del lugar del martirio. Además ofrece una bonita vista de la ciudad desde lo alto.

El Corral de Comedias, la Torre de Santa María, la Universidad de Alcalá y el Palacio Arzobispal son otros lugares que merecen ser visitados e inmortalizar com alguna fotografía.

Sin duda, Alcalá de Henares es un buen destino para volver al pasado en un día, disfrutar de un bonito paseo por su centro histórico y desplegar los sentidos a la hora de la comida. Totalmente recomendado!

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