La primera nevada.
Recuerdo que cuando nos dieron los destinos erasmus, lo primero que me dijo una compañera de clase que se iba a ir a Finlandia es que por fin iba a pasar un invierno y unas navidades de verdad, y que por fin iba a vivir entre nieve. No os voy a engañar, a mí también me encantaba la idea de pasar unos meses con nieve cada día, pero sabía que en un país como Dinamarca eso era un poco más difícil que en Finlandia.
Antes de preparar mi maleta para el largo viaje me empapé de blogs y artículos de revistas y periódicos que hablaban sobre las temperaturas y el clima en general que solía haber en un país como Dinamarca, y en concreto en la ciudad de Aarhus, que se encuentra más al norte que la capital danesa. En todas coincidían en que el tiempo aquí era una locura. Eso significaba que quizás un año empezaba a nevar en octubre y ya no paraba hasta enero, mientras que otros años en vez de nieve había granizo o muchas lluvias, por lo que cuando hacía el suficiente frío como para que nevase nunca cuajaba.
Cuando además llegamos a Dinamarca y empezaron a pasar los primeros meses, nos hartamos a escuchar una y otra vez por parte de los daneses que habían tenido la suerte de tener a los españoles allí, y que por eso estaba haciendo tan buen tiempo, porque nos habíamos traído el sol y el calor (porque para ellos 20-25º en agosto es calor) desde España, porque eso de tener tan buen tiempo no era nada normal.
Cuando llegó octubre y con él nuestras semanas de prácticas y nuestra semana danesa de vacaciones en la que decidimos viajar a Suecia, no empezamos a notar el frío hasta mediados de mes. Nos comentaron que ese era el tiempo otoñal que solía hacer en septiembre, y que ya iba con retraso. Llovió, hizo mucho viento e incluso granizó varias veces (algo que ya habíamos visto en septiembre, cuando en una sola tarde pasó de hacer muchísimo calor a granizar en un par de minutos). Pero nunca nevó, así que empezamos a perder nuestra fe en que en algún momento, como el tiempo nevase.
No creáis que no pregunté mil veces si por allí nevaba, pero siempre me decían lo mismo. No, no era normal que nevase demasiado y cuajase, y menos tratándose de un país en el que llueve tanto. Alguna vez caían un par de copos con los que todo el mundo nos volvíamos locos esperando a que se formase un buen manto de nieve por toda la ciudad, pero eso nunca pasaba.
Por eso, cuando me desperté una mañana a principios de noviembre, encendí el móvil y vi como una amiga del erasmus había subido a instagram una fotografía desde su ventana y se veía todo nevado, no me lo pude creer. Ni siquiera lo había visto con mis propios ojos y ya estaba escribiendo a mi madre para decirle que había nevado (sí, ella también lo estaba esperando casi tanto como yo).
Me levanté corriendo de la cama, corrí la larga cortina que tapaba nuestro ventanal y lo vi, todo el césped, la colina con los cuatro o cinco árboles que veíamos e incluso los tejados del resto de edficios de la residencia estaban completamente blancos. Por fin había nevado, y todo de un día para otro, sin ni siquiera habernos dado cuenta.
Dio la casualidad de que justo ese día no teníamos clase porque nos habían dado el día libre, así que después de hacer unas cuantas fotos desde la ventana, desayunar y salir a comprar, porque si algo bueno teníamos mi compañera de piso y yo es que ya podía haber un tornado, que si nos tocaba compra teníamos que ir a hacer la compra, decidimos dar un paseo con la cámara en la mano para inmortalizar realmente ese momento que no sabíamos si íbamos a volver a vivir.
La verdad es que todo el paseo de nuestra residencia estaba precioso. Todo estaba pintado de blanco. Los caminos de las calles, los parques infantiles de nuestros patios, las bicicletas que siempre había apoyadas en cada edificio y los tejados estaban todos llenos de nieve. Además, con el frío de la noche anterior se habían formado muchísimos carámbanos de hielo en los canales para filtrar agua de todo el paseo. Era totalmente un paisaje digno de cualquier país escandinavo.
No sé si lo he contado alguna vez en otra entrada, pero resulta que mi residencia estaba a escasos metros del bosque. Tan cerca que incluso una noche volviendo de fiesta me encontré a un ciervo comiendo a sus anchas justo enfrente de mi puerta de casa. Pocas personas pueden decir eso, y es que es lo que tiene vivir tan cerca de la naturaleza. El caso es que decidimos adentrarnos en el bosque caminando por el sendero que había, para intentar no perdernos entre tanta nieve y al menos seguir un camino que supiésemos que era adecuado.
La verdad es que solo habíamos dado una vuelta por allí un par de veces cuando todavía hacía buen tiempo, porque después de eso, cuando empezó a llover, siempre estaba encharcado, así que esta era una buena ocasión para investigar más por allí y ver si descubríamos algún rincón bonito que no habíamos visto hasta ahora. Y lo cierto es que tuvimos suerte con eso. Cuando estamos en Madrid ni siquiera podemos pararnos a elegir si preferimos dar una vuelta por el centro o por el bosque, así que no nos íbamos a quejar de poder hacerlo ahora.
Llegamos hasta un pequeño descampado donde había un par de bancos de madera, los dos cubiertos, como no, por nieve. Nunca los habíamos visto antes, pero tampoco entendíamos muy bien qué utilidad tenían en un sitio como ese por el que solo pasaba gente de paso o deportistas que corriesen por el bosque (algo que por cierto, si vais a vivir por allí, no recomiendo, ya que al ser bosque está lleno de bichos volados que se te meten en la boca en cuanto la abres).
Después de seguir andando un poco más por el sendero acabamos en la que para mí fue la parte más bonita de todo el bosque. Había una especie de puente de madera porque en medio de todo aquello cruzaba un río que justo en ese momento llevaba un caudal bastante grande por las lluvias anteriores y la nieve que se había derretido. Os podéis imaginar lo bonito que era todo eso totalmente nevado.
Soy consciente de que hablo siempre de las cosas con tanta ilusión como si no las hubiese visto antes, y con la nieve no iba a ser menos. Y es que yo veo la nieve todos los años, pero siempre en la sierra, ya que rara vez nieva en Madrid. La última vez que nevó en pleno Madrid y cuajó fue justo el día de mi cumpleaños hace alrededor de ocho años, así que fijaos si hace tiempo que no nieva lo suficiente como para no emocionarse cuando ves una ciudad blanca.
Y como no, tal y como escribí en la entrada del erasmus en atardeceres, también tenía que mencionar el que vimos allí. Y es que justo el día que nevó, como el cielo estaba completamente blanquecino y gris, tuvimos también la suerte de poder ver un atardecer de esos en los que no puedes apartar la vista para no perderte ni un solo segundo del proceso en el que van cambiando los colores hasta que el sol se esconde por completo.
A estas alturas la nieve ya empezaba a derretirse, así que solo esperábamos que volviese a nevar para que aguantase allí alegrándonos los días al menos unos cuantos días más. Por desgracia, después de esa nevada solo nevó parcialmente un par de veces más durante el resto del erasmus, pero ninguna cuajó tanto como lo hizo esta. Y nosotras que pensábamos que si nevaba así a principios de noviembre, en diciembre todo iba a estar cubierto de blanco...
Eso sí, preparaos para pasar frío durante los días anteriores a que nieve, porque nosotros teníamos que ir con gorro, capucha encima, dos pares de guantes, medias debajo de los pantalones y tres capas de abrigo. Cuando nieva ya no hace tanto frío y seguro que te sobran capas, pero hasta entonces...Así que si viajáis a Dinamarca en invierno u os vais a vivir allí, siempre podéis ser tan pesados como lo fuimos nosotras y cruzar mucho los dedos para que tengáis la suerte que tuvimos de vivir, aunque solo fuese por un par de días, un día de invierno real en un país escandinavo.
Guardar
Galería de fotos
¿Quieres tener tu propio blog Erasmus?
Si estás viviendo una experiencia en el extranjero, eres un viajero empedernido o quieres dar a conocer la ciudad donde vives... ¡crea tu propio blog y cuenta tus aventuras!
¡Quiero crear mi blog Erasmus! →
Comentarios (0 comentarios)