Haciendo prácticas sin saber danés.

Publicado por flag-es * A — hace 7 años

Blog: Delirios del erasmus.
Etiquetas: flag-dk Blog Erasmus Aarhus, Aarhus, Dinamarca

Sí, me he dado cuenta de que soy muy pesada con esto de las prácticas, pero es que fue una experiencia tan distinta a todo lo demás que no puedo dejar de hablar de ella una y otra vez. He hablado de ella en varias entradas tanto en este blog como en el blog dedicado al erasmus en Aarhus, pero aun así quería contar detalladamente cómo fue mi experiencia haciendo prácticas en una guardería danesa sin ni siquiera saber ni cinco palabras en danés. Pero antes tendré que contextualizaros en la historia.

Como ya conté en la entrada sobre mi universidad de Aarhus, una de las principales razones por las que decidí escoger el programa que cursé estando de erasmus en lugar de los otros que se ofertaban era sin duda que en este programa había tres semanas de prácticas. Diréis que tres semanas son pocas, pero es el mismo periodo que tenemos los estudiantes de Magisterio en Madrid durante segundo y tercero de carrera, así que para mí era más que suficiente, ya era más de lo que podría haber imaginado hacer allí.

Mi compañera y yo no dudamos ni un segundo, pero es cierto que meses antes del erasmus tuvimos nuestros momentos de tensión con este tema. Y es que a otras compañeras de clase que iban a estudiar en Copenhague les obligaron a cambiar el llamado Learning Agreement porque no podían cursar prácticas en el extranjero y esperar que se las convalidaran como asignaturas teóricas. Entonces pensamos que nos iban a decir exactamente lo mismo con nuestras prácticas, y que nos iban a hacer elegir otro programa solo por no poder convalidarnos la asignatura.

Mandamos muchos e-mails, hablamos con distintos organismos de la universidad, incluída nuestra mentora erasmus, que no nos solucionó ni un solo problema en todo el período de papeleo e información antes de irnos. Por fin, pudimos hablar con el Vicerrectorado de Relaciones Internacionales, y de verdad, si me lee alguien que esttudie en la Facultad de Educación y necesita información sobre estudiar en el extranjero, acudid a él, porque es de las personas que más soluciones nos han dado desde que estamos en la universidad.

Después del susto, supimos por fin que sí íbamos a tener la oportunidad de hacer prácticas en un centro educativo de Dinamarca, y creedme si os digo que hacer prácticas en un centro de cualquier país escandinavo es algo con lo que a los futuros docentes se nos cae la baba solo de pensarlo. Dónde las haríamos y cómo iría era otro tema en el que aun no podíamos pensar, pero al menos llevábamos con nosotras esa buena noticia de que podríamos conocer su sistema educativo desde dentro.

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El caso es que una vez en Dinamarca, nuestros profesores de universidad nos dieron la oportunidad de elegir el tipo de centro al que queríamos ir. Y es que como en mi clase internacional estábamos mezclados los maestros de primaria e infantil, los pedagogos y los educadores sociales, cada persona buscaba una experiencia distinta con la que enriquecerse. Algunos buscaban trabajar con bebés, otros con niños pequeños, otros con adolescentes y otros incluso con adultos. Y había programas que se centraban y se adaptaban a todo lo que buscábamos cada uno, así que había mucha libertad a la hora de poder elegir.

Nunca me habían dado la oportunidad de escoger el tipo de centro educativo al que ir, así que no os voy a engañar, me planteé muy seriamente si elegir un colegio, un centro de infantil o mejor un tipo de centro al que normalmente no tuviese la oportunidad de ir. Por eso una de las primeras opciones que pensé fue en hacer prácticas en las escuelas infantiles de los hospitales a los que van los niños enfermos. Para que os hagáis una idea, a uno de mi clase le ofrecieron hasta hacer prácticas en una especie de loquero. 

Finalmente decidí centrarme en una experiencia que realmente me pudiese servir en el ámbito profesional cuando volviese a Madrid. En la universidad nos aconsejaron no escoger un colegio de primaria, puesto que allí los niños no empiezan a hablar en inglés casi hasta que llegan al instituto. Esto significa que no es lo mismo ir a un colegio de primaria a dar asignaturas como historia o literatura en danés sin intender nada, que ir a uno de infantil donde los niños no entienden de barreras de idiomas.

Así, al final acabé eligiendo un centro de infantil. En mis prácticas de primaria ya había tenido que dar clases de inglés a los niños de infantil, así que sabía que esto tampoco iba a ser un problema para mí. Mi destino de prácticas fue el centro de infantil D.I.I Regnbuens. Siempre especifico diciendo "centro de infantil" en vez de "guardería" porque allí los niños tienen la oportunidad de ir al mismo centro desde bebés hasta los seis años, cuando pasan a primaria, y justamente yo estuve con los niños de tres a seis años.

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La verdad es que la primera de las tres semanas fue sin duda la más dura. A los niños les costaba un poco entender que íbamos a acompañarles durante un tiempo, pero que apenas íbamos a poder comunicarnos con ellos con palabras porque ni ellos nos entendían, ni nosotros a ellos. ¿Lo mejor? Que durante la primera semana la compañera húngara de clase con la que fui y yo tuvimos la suerte de coincidir con dos chicos daneses que también llevaban allí dos semanas de prácticas para su universidad.

Ellos, junto al resto de profesores y pedagogos del centro, nos ayudaron a situarnos, a hacernos sentir más cómodas, a explicarnos cómo funcionaban las cosas por allí e incluso nos ayudaban a traducir lo que decían los niños cuando no conseguíamos entendernos. Fue un alivio tener a estudiantes de prácticas como nosotras a nuestro lado al empezar la experiencia. Lo malo fue que solo estuvieron con nosotras allí una semana, aunque después de eso seguimos en contacto durante todo el erasmus.

Cuando los niños empezaron a tener más confianza en nosotras, no se separaban de nuestro lado en ningún momento, e incluso cuando traían dulces para celebrar sus cumpleaños nos daban chocolates como si fuéramos parte de su clase. Cuando comíamos (profesores, alumnos en prácticas y niños todos juntos en las mismas mesas) los niños incluso querían darnos algo de su comida para que la probásemos.

La verdad es que la hora de la comida era la más curiosa de todas. Veía que los niños traían en sus tuppers trozos de verdura cruda y mucha fruta, y que eso era lo que más les gustaba de todo. Además, si en algún momento algún niño llevaba en su tupper más dulces de los aconsejados, los profesores mandaban rápidamente una nota a sus padres diciéndoles que por favor controlasen los dulces que le metían a su hijo en el tupper, que intentaban mantener hábitos saludables. Igualito que lo que he vivido en España, sí.

Después de comer siempre sacábamos folios de papel y pinturas para los niños, y nos pedían que les dibujásemos algo para poder rellenarlo de color o copiarlo ellos mismos en otro papel. Además, de vez en cuando nos hacían dibujos para nosotras, poniendo nuestros nombres y los suyos, y nos los regalaban al final de las jornadas cada día. Al final acabé con tantos dibujos como cuando hago prácticas en Madrid.

Haciendo prácticas sin saber danés.

Uno de los momentos más graciosos que pasé fue con una de las niñas más inteligentes que me he encontrado. Era del grupo de los pequeños, tenía unos cuatro años, y sabía alguna cosa en inglés porque en Dinamarca la mayoría de los programas de televisión se emiten en inglés, pero aun así era demasiado vaga como para practicarlo con una desconocida como yo. Como yo le hablaba a ella en inglés, ella solía entender la mayoría de cosas que le decía, pero el problema era que yo no entendía ni la mitad cuando intentaba hablar conmigo.

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Por eso, cada vez que me necesitaba, me cogía del brazo y me llevaba donde me quería en ese momento. Por ejemplo, si quería que la empujase en los columpios, me llevaba hasta allí y después me hacía gestos con el dedo, moviéndolo de arriba a abajo para decirme que ella quería eso. Y cuando tenía ganas de ir al baño, se ponía en cuclillas y empezaba a decir "pssssss" mientras ponía cara de sufrimiento. Yo me reía, pero además pensaba que esa niña conseguiría todo lo que quisiera en su vida.

Durante tres semanas aprendí muchísimo sobre todo a tratar con niños con distintas necesidades especiales. Había un niño que con seis años emitía sonidos pero no era capaz de hablar, y los médicos no tenían ni idea de las razones por las que le pasaba esto. Otra niña era sorda y además tenía poca capacidad de visión, así que asistía a clase con audífonos especiales y gafas con mucha graduación. Ambos necesitaban cuidados especiales intensivos, y a un pedagogo que estuviese con ellos en todo momento.

Una de las especialidades que me gustaría sacarme después de la mención en inglés es la de audición y lenguaje, así que me empapé todo lo que pude acompañando a los especialistas que cuidaban de estos niños durante el día, preguntándoles dudas e incluso cuidando de ellos en los momentos necesarios. Sin duda esta fue una de las experiencias más enriquecedoras. Y precisamente sobre estos casos hice el trabajo de mi memoria final de las prácticas, una memoria tanto escrita como defendida oralmente con la que me jugaba diez de los treinta créditos que debía conseguir en el erasmus.

La verdad es que las prácticas en un centro de infantil se suelen basar casi en su totalidad en pasar los días en la calle mientras los niños juegan. Cuando llegué era mediados de Octubre, así que el frío y las lluvias ya empezaban a asomar por la ciudad. Por eso, ya que de seis horas diarias íbamos a pasar cinco en la calle, nos dieron unos trajes que parecían sacados de la NASA con los que no pasar frío y con los que los niños pudiesen rebozarte por la arena del patio.

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También hicimos algunas actividades que preparamos nosotras mismas como parte de nuestra evaluación interna. Celebramos Halloween haciendo monstruos con palos de helados y decorando botes con pegatinas, hicimos esculturas de un cuento que a los niños les encantaba con una plastelina hecha con harina, hicimos galaxias en tarros, pintamos árboles con témperas para darle la bienvenida al otoño y las niñas se dedicaron durante dos semanas a hacerme una trenza a un lado obligándome a cantar diciendo que era la protagonista de Frozen.

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A pesar del frío que pasé, que no fue poco, creo que una de las cosas que más me gustaron de la forma de aprender es que los niños aprenden todo en contacto continuo con la naturaleza y al aire libre. Si hacen ejercicio, es en la calle, si aprenden las letras y los números, es en la calle, y si aprenden sobre plantas y animales también es en la calle. Así les pasa, que de pasar tanto tiempo entre frío apenas se ponen malos, no como en España, que tanto niños como no tan niños estamos enfermos cada dos por tres.

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El día que nos fuimos los niños nos dieron un regalo muy emocionados: una bolsa de tela pintada por ellos mismos con pinturas de tela en la que los profesores habían escrito los nombres de todos, y una fotografía que nos hicieron a todo el centro, ya que dio la casualidad que durante nuestro periodo en la escuela se realizó la foto anual de centro, y me dijeron que tenía que estar en ella. Creo que os podéis imaginar la ilusión que me hizo...La verdad es que son niños pequeños, pero aun así te cogen mucho cariño, y tú se lo coges también a ellos, a pesar de las barreras del lenguaje que nos separaban.

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La verdad es que sin duda fueron unas prácticas muy enriquecedoras en las que me acerqué a pedagogías bastante desconocidas para mí, me empapé enormemente de algunos asuntos de la cultua danesa y del trato pedagogos-padres en los centros educativos. Sin duda, a pesar de que fueron unas de las semanas más agotadoras de todo el erasmus porque madrugábamos, volvíamos a casa de noche y no hacíamos nada más en toda la tarde, también fueron unas de mis semanas favoritas. Para que luego digan que el erasmus solo es salir de fiesta.


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