Erasmus en atardeceres.

Publicado por flag-es * A — hace 6 años

Blog: Delirios del erasmus.
Etiquetas: flag-dk Blog Erasmus Aarhus, Aarhus, Dinamarca

Creo que en Aarhus había muy pocas cosas que conseguían sacarme de casa un día de pereza, resaca o de mucho frío. Pero sin duda sí que había algo que hacía que diese igual dónde estuviera o cómo me encontrase, porque conseguía movilizarme rápidamente con tal de apreciarlo aunque solo fuese durante pocos minutos.


Lo dije desde el día en el que aprecié uno de sus atardeceres por primera vez: Los atardeceres de Aarhus no tienen por qué ser los mejores, pero sí tienen más magia que los de Madrid. Y es que para hacerme parar mi serie favorita, levantarme de la cama, coger mi cámara y salir a inmortalizar alguno de ellos en un día en el que no me apetece hacer nada hay que tener bajo la manga algún truco de magia muy potente y poderoso. 

La verdad es que una de las cosas que más me gustan de los atardeceres es que no van solos, siempre van acompañados de un momento concreto. Para algunos quizás los momentos de los que vaya a hablar son una tontería, pero para mí, por razones obvias o menos explícitas, significaron gran parte del erasmus. Quizás porque los atardeceres son unas de mis cosas favoritas.

Agosto: los primeros atardecer del erasmus.


Recuerdo que ese primer día en el que pude disfrutar de uno de sus atardeceres fue el día quince de Agosto, dos días después de poner los pies en la ciudad donde iba a vivir los próximos meses, como siempre digo. No fue el atardecer más espectacular que he visto en mi vida, ni el más rojo, ni el más naranja, ni el más morado. Pero fue el primero que me recordó dónde estaba y que me hizo sentirme como en casa. Todavía era verano y el buen tiempo también ayudaba a que todo se viese más bonito.

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Recuerdo también que mi compañera de piso y amiga y yo íbamos andando por un sendero del bosque que básicamente unía mi residencia con el resto de civilización. Volvíamos de hacer nuestra primera compra semanal, cargadas con un montón de bolsas y unas ganas tremendas de llegar a casa solo para soltarlas. Cuando miré al cielo y vi el panorama reflejándose en mis gafas no dudé en pararme en seco, dejar las bolsas en el suelo y ponerme a inmortalizar el momento haciendo fotografías.

Otro de los atardeceres más bonitos de Agosto se vio desde la orilla del canal de Aarhus, en pleno centro, reflejando las sombras de los edificios históricos en el agua, al mismo tiempo que su color se iba transformando primero en amarillo, luego en naranja y después en rojo. Ver Aarhus cubierta por un manto de color anaranjado es probablemente la mejor forma de ver la ciudad.

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Septiembre: el atardecer de la despedida de soltera.


A partir de ese primer día tuve la suerte de poder contemplar un montón de estos atardeceres que parecían sacados de los fotogramas de las películas cuyos directores de fotografía siempre se llevan premios. Algunos eran más impresionantes que otros, está claro, pero la verdad es que eso era lo de menos. Lo único que realmente importaba era que estaban allí y yo podía verlos.

El gran ventanal de mi habitación de la residencia, situada en el piso bajo, me permitía ver cómo cambiaba el cielo cada tarde. Mis vistas no cambiaban nunca, siempre había una colina teñida de verde por el césped y cuatro árboles en la cima, y a su alrededor el resto de edificios de la residencia. Supongo que por eso la mayoría de mis fotos de atardeceres están sacadas desde los mismos sitios, porque no tardaba ni dos minutos en calzarme y salir por la puerta trasera para subir a la colina que teníamos delante de nuestra ventana. Y es que eran los atardeceres los que hacían que mis vistas variasen cada día, por muy similar que fuese el resto del paisaje.

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En Septiembre tuvimos una despedida de soltera. Una compañera de clase checa se casaba en pocos días, así que estaba a punto de volver a su país para ello. Aprovechamos que el recinto de la residencia tenía una especie de patio con mesas de picnic para instalar allí la gran fiesta sorpresa que le íbamos a hacer.

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Compramos mucha comida y bebida, hicimos juegos, decoramos el patio con banderines, escuchamos música y brindamos. Ese día tuvimos mucha suerte, porque también nos hizo muy buena tarde. Y eso se notó también en el maravilloso atardecer que pudimos apreciar más allá de los edificios de la residencia. Llevábamos casi un mes juntos en clase, pero recuerdo este día como el día que nos vi muy unidos, como una piña, y por lo tanto también relaciono ese atardecer con ello.

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Octubre: los atardeceres (o amaneceres) de mis prácticas.


La cosa se empezó a complicar un poco cuando empecé a madrugar más de lo normal para pasar los días cuidando a niños en una guardería danesa, durante el mes de Octubre. Esos días fueron tan enriquecedores como agotadores, y cuando volvía por fin a casa, no podía hacer nada más aparte de tirarme en la cama y quedarme completamente dormida sin ni siquiera quererlo. Y Dinamarca no es conocido precisamente por ser el país con más horas de luz cuando ya ha terminado el verano, así que cuando me despertaba muchas veces ya era demasiado tarde para ver el atardecer, aunque en realidad solo fuesen las cuatro de la tarde. 

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Por ello tuve más oportunidades que fotografiar amaneceres que atardeceres, y la verdad es que si los segundos hacen que acabes mejor el día, los primeros hacen que lo que hagas mejor sea empezarlos. Y ahí sí que no podía quejarme, porque entre el sueño que llevaba por la mañana y los días que sabía que me esperaban con los niños, ver amaneceres así eran como un buen chute de energía.

Noviembre: el atardecer de la primera nevada y de un museo de película.


Cuando empezó a llegar el frío a Aarhus no solíamos tener mucha suerte, y normalmente el cielo estaba de un color gris bastante triste diariamente. A veces llovía y nos podíamos olvidar de apreciar algún atisbo de color en él, otras simplemente no se veía ni un solo rayo de sol en todo el día, y el único color con el que acababa era un gris mezclado con el azul oscuro de la noche.


El caso es que el frío ya estaba aquí, pero no fue hasta principios de noviembre cuando dimos por inaugurado realmente el invierno, con la primera nevada, y básicamente la única que se dignó a cuajar mínimamente durante nuestra estancia. "Mínimamente" porque como se puede apreciar, los copos apenas eran capaces de crear un manto blanco en los grandes terrenos de césped que veíamos desde la ventana de la residencia.

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Pero al menos nevó, que ya es algo, y no solo eso, sino que esa nieve aquel día vino también acompañada de un bonito atardecer. Tan cálido que si observabas el paisaje completo, con la nieve y el color del cielo, parecía que ibas a quemarte y la nieve se derretiría contigo. Parecerá una tontería, pero estas son las cosas que realmente me inspiran.

También en noviembre, aunque esta vez a finales de mes, pudimos visitar uno de los museos más bonitos que hay en Aarhus, el Moesgaard Museum, que además fue el último museo que visitamos en la ciudad, de entre todos los que habíamos visitado hasta entonces.

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Al atardecer decidimos subir el edificio con la forma más curiosa de todo Aarhus, hasta el punto más alto, para poder sentir que casi tocábamos el cielo con la punta de nuestros dedos, aunque en realidad fuese una tarea bastante difícil subirse al muro que se encontraba en el lugar más alto del museo.

También a finales de este mes cogimos un autobús que nos llevó directas a la ciudad de Ebeltoft, una de las ciudades danesas (aunque para mí era más un pueblo) más bonitas que visité durante mi erasmus. Allí dimos con un barco enorme, el más característico de la ciudad y también el más impresionante que vi en Dinamarca, que estaba instalado en el puerto y que se había convertido en un museo. Y sin ni siquiera buscarlo, mientras estábamos en el puerto viendo el barco, llegó el atardecer y el cielo se tiñó de naranja.

Erasmus en atardeceres.

Diciembre: los atardeceres que nos acercaban al final.

El erasmus casi llegaba a su fin y apenas nos quedaban veinte días para volver a nuestra vida real y a nuestro hogar de siempre. Todo el mundo se iba preparando para las despedidas, así que no teníamos demasiadas ganas de hacer cosas, pero a la vez queríamos hacerlo todo antes de volver a casa.

El caso es que ese mes fue probablemente el más intenso de todo el erasmus. Tuvimos que hacer trabajos finales agotadores, aprovechamos para visitar sitios que no habíamos visto hasta entonces, hicimos varias últimas cenas que nunca eran las últimas y salimos mucho de fiesta sabiendo que iba a ser la última vez, al menos en aquella ciudad.

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El caso es que un día, después de una fiesta, acabé levantándome a las dos de la tarde. Aclarar esto sería una tontería si no fuese por lo que he comentado antes, el hecho de que en invierno en Dinamarca anochece antes de las cuatro de la tarde, cuando algunos fines de semana ni siquiera has comido todavía.

Comí, me duché y al salir de la ducha me di cuenta de los colores que se reflejaban a través de la ventana. Era un atardecer precioso, sin duda uno de los más bonitos y potentes que vi durante toda mi estancia en aquella ciudad. Ese día no tenía ganas de nada, pero sin duda acabé poniéndome el abrigo encima del pijama para salir a la colina de la que os hablé y capturar ese momento. Creo que ese fue uno de los últimos atardeceres de colores que vi en todo el erasmus, a menos de una semana de irnos.

Otro de los atardeceres especiales que vi en Dinamarca lo vi en Copenhague. Había ido allí de visita con mis amigas de la universidad, que a su vez habían venido a vernos a Aarhus desde Madrid. No hace falta que explique por qué ese atardecer que pude ver en la ciudad de Copenhague y que tampoco fue para tanto comparándolo con otros era tan importante como para ser escrito aquí. Se trataba de un viaje a la capital danesa, con eso basta.

Erasmus en atardeceres.

Ahora cada vez que veo atardeceres en Madrid, donde también son espectaculares y especiales, no puedo evitar acordarme de algunos momentos que viví en Dinamarca, viendo también atardeceres, y sentir nostalgia pensando en todo aquello. Pero supongo que eso es lo bueno de las fotografías, que puedes capturar tus momentos favoritos y verlos cuando quieras para recordarlos. Por eso he querido escribir esto, para recordar los momentos en los que los capturé y disfrutar de nuevo de ellos.

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