Descubriendo Portugal: Lisboa

A mi novio y a mi nos encanta viaja y no podemos dejar que pase un sólo verano sin que visitemos una nueva ciudad - preferiblemente en otro país. Nuestro destino en 2015 fue Lisboa, que no fue una decisión difícil de tomar para nada, ya que ya nos habíamos enamorado de Portugal antes. Los portugueses son muy hospitalarios y son muy buenos cuando se trata de hablar en otros idiomas.

Descubriendo Portugal: Lisboa

Nos quedamos en Lisboa sólo dos noches. Realmente quería disfrutar de la ciudad durante más tiempo, pero por desgracia mi novio estaba en medio de escribir su tesis, lo que hacía que estuviese ocupado básicamente durante todo el verano, y ya era un milagro que pudiese tomarse un par de días libres.

Antes de empezar a contarte sobre nuestra experiencia en esta mágica ciudad, quiero mencionar que no nos gusta hacer planes muy extensos en cuanto a sitios turísticos para visitar; preferimos ser espontáneos cuando visitamos una ciudad. A ninguno de nosotros nos gusta pasar el día entero andando, sino que nos gusta tomárnoslo con calma y vivir el momento. Bueno, la verdad es que si hubiésemos querido planear algo con antelación, probablemente nos hubiésemos perdido de todas formas.

¿Por qué estoy diciendo eso? Porque la parte céntrica de Lisboa, sobre todo la parte antigua es un gran laberinto que es imposible de resolver si no has vivido allí durante un tiempo. Las calles estrechas de Alfama, cuesta arriba y cuesta abajo continuamente, te cansarán con tan solo parpadear una vez, y te verás fácilmente considerando abandonar el viaje. Así que hay dos cosas que necesitarás para tus descubrimientos en Lisboa: paciencia y resistencia física.

Descubriendo Portugal: Lisboa

Día 1

Nos dirigimos a Lisboa desde el sur de España, por lo que llegamos por el puente Vasco da Gama, que es, con una longitud de 17, 2km, el puente más largo de Europa. ¡Era la primera cita con la ciudad perfecta!

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Después, tuvimos que aparcar el coche en algún sitio y buscar nuestro alojamiento. Habíamos reservado un pequeño y lindo piso estudio en Airbnb, situado en una de las partes más antiguas de la ciudad llamada Alfama. Nuestra llegada no fue perfecta ya que tuvimos problemas para encontrar la dirección; y cuando por fin lo hicimos - después de una hora andando por calles adoquinadas con la compañía de nuestro equipaje, parecía que nadie nos estaba esperando. Mientras intentábamos dar con la casera por teléfono, la temperatura alcanzaba los 40 grados, lo que hizo que todo el proceso fuese realmente un reto. Pero por suerte, poco después nos estábamos haciendo amigos de nuestro acogedor alojamiento y de la casera, Marieta, que vino a enseñarnos el piso. Nos dio algunas instrucciones en lo que refiere a sitios para visitar, dónde comer, etc.

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Después de tomarnos una pequeña siesta y una gran ducha, ¡estábamos listos para empezar nuestra aventura! Siguiendo los consejos de Marieta, decidimos buscar el Castillo de San Jorge, que se podía ver perfectamente desde lejos, y uno de los muchos miradores ("miradouro" en portugués) de la ciudad. Sin embargo, a pesar de nuestros esfuerzos y de horas de andar, ¡nunca encontramos el castillo! Pero encontramos el Miradoura da Graça y una variedad de preciosos sitios que estaban escondidos, lo que hizo que nos olvidásemos de lo del castillo muy rápido. En el miradouro da Graça, nos sentamos durante unos buenos 15 minutos para admirar las impresionantes vistas de Alfama y sus calles coloridas, pero también se puede ver el rio desde allí. El ambiente era simplemente perfecto: los jóvenes y los turistas de la ciudad estaban allí con un vaso de vino o cámaras, mientras que los artistas callejeros capturaban el momento tan pintoresco. En alguna parte del camino, comimos algo, y después continuamos nuestro descubrimiento.

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Nuestro siguiente destino era visitar el centro de Lisboa, la Praça de Comercio y el área de alrededor, que tiene un montón de calles de tiendas, bares y restaurantes. Al final de la calle peatonal, se puede admirar el arco triunfal de Ruta Augusta, cuya construcción empezó en el 1755, justo después del terremoto de Lisboa, como una celebración de la reconstrucción de la ciudad. Y por último, en Praça de Comercio tienes la oportunidad de sentarte en las escaleras del río, que se siente un poco como si estuvieras en el borde de Europa.

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No recuerdo exactamente cómo se hizo de noche, pero recuerdo que estábamos intentando encontrar el camino de vuelta a nuestro piso durante horas sin éxito alguno. Con el mapa en nuestras manos, intentábamos preguntarle a los transeúntes, los taxistas y a los dependientes de las tiendas, pero nadie nos podía decir dónde estaba la calle en la que nos alojábamos. Así que fue un milagro cuando llegamos.

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Día 2

Habiendo aprendido de nuestros errores del día anterior, tomábamos fotos mentales del área alrededor de nuestro piso y así nos asegurábamos no perdernos otra vez. Al no tener grandes expectativas, sólo planeamos alcanzar dos objetivos: buscar la famosa panadería dónde preparaban el mejor pastel portugués de torta de huevo llamado Pastéis de Belém, y encontrar una playa bonita en algún sitio.

Para los Pastéis de Belém, necesitábamos ir a otro distrito de Lisboa y coger el tranvía. El primer reto era bastante fácil: poco después, estábamos sentados en un banco de un parque probando los caros pero deliciosos y recién sacados del horno Pastéis de Belém. La historia del pastel es que lo crearon los monjes hasta el siglo 18 y con una receta secreta. Sin embargo, siguiendo la extinción de las ordenes religiosas, la receta se vendió a una refinería de azúcar, cuyos dueños abrieron después la pastelería dónde se puede comprar ahora.

Después de descansar en el parque, descubrimos dos monumentos impresionantes: el monasterio de los Jerónimos y el "Padrao dos Descobrimientos" (el monumentos de los descubridores). Por estos dos edificios tan impresionantes, merece la pena dejar el centro y pagar por el transporte público. El último monumento está situado en la orilla norte del río de Lisboa, el Tagus. Este es el punto dónde los barcos zarpaban para explorar la India y Oriente. Te sugeriría llegar hasta arriba, donde tendrás una vista fantástica. Hasta lo que recuerdo, tuvimos que pagar una pequeña entrada, pero lo que vimos arriba ¡no se podía comparar con el precio!

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Después de pasar un gran rato ahí arriba, y de tomar miles de fotos, decidimos ir a nuestro segundo destino del día y encontrar una playa. Marieta nos enseñó algunas muy bonitas una vez, sólo teníamos que elegir. Todas estaban muy lejos del centro, y teníamos que coger el tren. Por desgracia no hacíamos malabarismos con el tiempo muy bien, y llegamos sobre las 6-7, así que no tuve la oportunidad de bañarme en el océano. Estaba un poco decepcionada por esto, pero aún así el sitio era muy bonito. Comimos algo en uno de los bares de la costa, dimos un tranquilo paseo en la puesta de sol y después volvimos al piso.

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Mi novio tenía que trabajar en su tesis durante un rato, pero no me importaba, ya que estábamos agotados pero con un plan de cena emocionante por delante. Como estábamos en la capital de Portugal, teníamos que probar lo que era comer en un restaurante de fados. Sobre todo nuestra área, Alfama, es famosa por tener millones. El fado es un género de música característica por sus melodías tristes y letras, cantadas por un cantante seguido de una guitarra portuguesa y española. Tuvimos suerte de escoger un sitio con cantantes increíbles y comida deliciosa. También recuerdo que nuestra mesa estaba en una cuesta y yo era la que estaba sentada en el lado, así que puede que no fuese el sitio más cómodo, pero supongo que ese no era punto, porque fue una noche realmente inolvidable que nos dejó completamente impresionados. Por eso, esta es una experiencia que nadie se puede perder cuando visite Lisboa.

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Día 3

Después de una noche tan increíble, ya estábamos satisfechos con nuestra estancia en Lisboa, así que decidimos quedarnos cerca del centro. No nos quedaba mucho tiempo de todas formas. Así que, fuimos a una buena cafetería para desayunar, comprar algunos recuerdos y echar un último vistazo al río desde la Praça de Comercio. Después, volvimos al piso, nos despedimos de Marieta y del sitio también.

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¡No puedo describir cuánto me gustaría volver a este sitio tan mágico!


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