De Gratis a San Francisco

CAPÍTULO PRIMERO

Que trata de la condición y ejercicio del famoso y valiente explorador don Miguel Valera

En un lugar de Alicante, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía (de hecho aún vive) un explorador de los de viajes mochileros, cámara de video, espíritu aventurero y galgo corredor (esto último podéis comprobarlo haciendo clic en este enlace).

Vamos que estaba yo pasando uno de mis veranos como currela en la costa levantina cuando un maravilloso 21 de Julio de 2011 llegó a mi poder un email que cambiaría el resto de mi vida (y todavía no me estoy poniendo dramático). El año 2010 ya había solicitado la famosa beca de idiomas del Ministerio… aquella de: “Ayudas para cursos de lengua inglesa durante el verano destinadas a jóvenes de entre 16 y 30 años, en régimen de concurrencia competitiva.”.

Con tan mala fortuna que quedé suplente y nunca supe nada más de aquella solicitud :/

Sin embargo, como diría el quijotesco Ignatius J.Reilly, protagonista de la maravillosa y recomendadísima obra de John Kennedy Toole “La Conjura de los Necios”, Fortuna hace girar su rueda hacia abajo y nunca sabemos cual es la desagradable sorpresa que nos depara el destino…

Sin yo saberlo ese no estaba destinado a ser mi año en el extranjero. ¿Por qué? Pues porque hasta ese verano de 2010 las becas del MEC eran una dotación de 1700€ eligieras el destino que eligieras. ¿Qué ocurría? Que la pillería española no es cosa nueva y los astutos estudiantes todavía en la edad del pavo y con las hormonas saliéndoles por las orejas elegían destinos como Malta (un Benidorm XXL) donde aprender inglés era una mera excusa para estar allí gastando el dinero de los contribuyentes en fiestas, drogas y sepa Jobs qué más barbaridades y aun volver a casa con verdes en el bolsillo…

Eso cambiaría al año siguiente. En el 2011 volví a solicitar esa misma beca. Siempre he creído que el Karma tarde o temprano hace justicia, y que si eres un hombre de bien te acaban pasando cosas buenas. Me comporté como un perfecto caballero durante todo el año. Aun así, y por si no fuera suficiente, recé y pedí a los dioses que ese año fuera mi año. En junio me llegó una notificación del MEC. Había quedado suplente. Pero no suplente 23 o 42 o 108. No. Suplente 14.117. Mi resignación alcanzó niveles nunca vistos. Me arrugué como un papel mojado en la silla y decidí que ese iba a ser otro verano triste basado en comer-trabajar-dormir-comer-trabajar-dormir y así hasta que llegara septiembre.

Pero un 21 de Julio de 2011, mi 21º día sin librar, mientras yo pasaba una de mis maravillosas jornadas laborales pagadas por debajo del umbral de la pobreza de más de doce horas en un restaurante de la costa… llegó un email a mi cuenta… Email que leería esa misma noche con lágrimas de alegría en los ojos:

“por Orden EDU/404/2011 del Ministerio de Educación, para realizar un curso de lengua inglesa en el extranjero durante el año 2011, pongo en su conocimiento que le ha sido adjudicada una ayuda por Resolución del Secretario General de Universidades.”

En ese mismo instante me hubiera gustado ser más grande para que hubiera cabido más dicha en mí.

Me puse a buscar como un loco todas las opciones posibles (tenía apenas dos semanas para realizar todo el papeleo y largarme de allí). Además, ese año habían cambiado la norma de la cuantía de la beca respecto a los destinos. Básicamente ahora cuanto más lejos fueras, más dinero recibías. Eso me abrió una puerta que desde el 2006 había querido volver a abrir. Iba a cruzar el charco, lo tenía claro. En lugar de 1700€ por hacer el curso en EEUU recibías 2100€ de ayuda.

¿Mi destino? Barajé muchos, pero todos lo más lejos posible. Mi carácter aventurero había renacido ese día con aires grandilocuentes, y desde luego no se iba a conformar con un paseo por Malta. Estuve mirando Australia, Canadá, Inglaterra, Irlanda… incluso Nueva Zelanda. Finalmente encontré una foto del Golden Gate Bridge y supe que ese era mi destino. Me iba a Estados Unidos. Me iba a California. Me iba a pasar tres semanas inolvidables a San Francisco, nada menos.

Encontré una empresa que por un ojo y medio de la cara me buscó un curso de inglés que cumplía las exigencias de la beca y una familia de acogida. Al día siguiente fui a trabajar sintiéndome como el que va a trabajar después de que le haya tocado la lotería (puede que os resulte familiar ese sentimiento, espero que sí jaja). Hablé con mi comprensivo jefe y entendió que esa es una oportunidad que no se puede dejar escapar. La conversación fue más o menos así:

YO: Ehh… qué te iba a decir… que al final los cab****s del Ministerio se han portado y me han concedido la beca de la que te hablé… en la que estaba de suplente…

JEFE: Ahh… bien y… ¿Qué vas a hacer?

YO: Estaba pensando en mandar a tomar por culo este trabajo mal pagado y pirarme a California o por ahí –pensé pero no dije.

YO: Pues si te parece bien estaba pensando terminar el mes y en agosto cogería el vuelo para California… Sé que es una putada pero es que es una oportunidad única y como sabrás ya me la denegaron el año pasado y el año que viene ya no podré pedirla y…

JEFE: Ya ya… entiendo. Hombre… sí es una putada pero lo entiendo, lo entiendo… Pues nada… traeré a alguien, le enseñas y cuando esté listo ya lo aclaramos.

YO: Hell yeah!

El plan estaba en marcha, me iba a USA.

Pero todavía faltaba atar algunos cabos sueltos. Visa de estudiante, seguro médico… Un coñazo la burocracia para cruzar el charco. Me planté en el ordenador y de nuevo empecé a investigar cual Sherlock Holmes hiperactivo (imagínese usted). Después de mil millones de foros (vale mil millones no pero docenas y docenas seguro), encontré un documento llamado ESTA (Electronic System for Travel Authorization).

Os lo resumo, es un documento con el que te ahorras el pastón que cuesta la VISA de estudiante pero que en realidad y “legalmente” (me encanta usar las comillas en palabras como “legal” jaja), no es válido para un curso de tres semanas y de más de quince horas lectivas como el que iba a hacer yo.

El caso es que los españoles, usando sólo el pasaporte y una tarjeta de crédito para pagarla (a mí me costó solo 10€, irrisorio en comparación con la VISA de estudiante) podemos solicitar este permiso online (puedes verlo clicando aquí) para estar en EEUU con la condición de que la estancia siempre debe ser de 90 días o menos y que no se puede ampliar de ninguna manera sin salir del país. Además se supone que durante esa estancia no puedes estudiar o trabajar (para eso necesitarías visa).

Por tanto tenía que decir que iba a visitar a unos amigos como turista durante tres semanas. Y en las condiciones de la ESTA ponía claramente:

“Tener la ESTA no significa que se asegure poder entrar a Estados Unidos. La última palabra la tiene siempre el oficial de Inmigración en la Aduana.”

Y eso amigos… marcaría el inicio de mi aventura al otro lado del charco… aunque por hoy es bastante. Me reservo eso para el próximo capítulo…

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