Milán parte 1

Publicado por flag-es Javi Sanz García — hace 7 años

Blog: Las delgadas vías metálicas
Etiquetas: flag-it Blog Erasmus Milán, Milán, Italia

La cagamos. No reservamos asiento en los trenes de alta velocidad de Francia (TGV). Es importante hacer la reserva antes de salir porque te envían los billetes y si no estás muchs días en un sitio es complicado. Nos buscamos la vida como pudimos. Después de pasar por Suecia y estar un par de horas en Zurich (no recomiendo comprar nada en la estación porque es bastante caro), llegamos a una ciudad que estaba pegada a la frontera con Italiza: Chiasso. Llegamos a las 10 de la noche y tuvimos que dormir ahí. 

Hay hostales cerca pero era tarde e íbamos a coger el primer tren que saliese por la mañana hacia Milán. Había baños, pero como descubriríamos en el resto de estaciones de Europa, eran de pago. Incluso para el más sucio y maloliente había que pagar 1€. Para esto, si se es perspicaz, recomiendo entrar dos personas en el baño si no es para operaciones mayores. El que usamos ni siquiera tenía taza, era una letrina con una cañería. Lo curioso es que había escobilla, desconozco para qué porque limpio no estaba. 

En cualquier caso, dormimos en los bancos de la estación. Mi colega Néstor se acordó de traer un antifaz y ahí estaba, rodeado de colillas, al lado de unos contenedores de basura y siendo objeto de burla del personal técnico de la estación.

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Foto: Propia. Es importante tener la batería del móvil siempre cargada para poder hacer este tipo de fotos.

Mis pintas y el "Pucela"

Yo me sentía como si estuviera en ninguna parte. Una estación en una comuna de menos de 8.500 habitantes a las 5 de la mañana parece el lugar idóneo para rodar El Americano, de George Clooney, donde un asesino se refugia de la mafia en un pequeño pueblo italiano donde no vive ni Cristo. Cada uno que saque las conclusiones que quiera. 

A las 7:00 llegó el tren que estábamos esperando y nos montamos. Había tres policías rondando por la estación a esas horas para revisar los papeles. Yo estaba sentado en el lado de la ventana. Cuando pasaron de espaldas supe que se darían la vuelta, por algún tipo de instinto, y que me verían y entrarían. Efectivamente así sucedió. Se giraron, vieron mi cara de no haber dormido ni haberme aseado durante dos días y entraron. Es casi obligatorio pedir los papeles a alguien con un chubasquero arrugado, las bolsas de ojeras debajo de los ojos y los pelos de perro mojado. Nos pidieron la documentación y sin objeción alguna se la facilitamos. La comprobaron y el policía me dijo: "Valladolid, ¿eh? ¡Aupa Pucela!" 

Hay que joderse. El poder del fútbol. O la globalización, ya ni sabía qué pensar a esas horas. Creo que por eso se marcharon si hacer más preguntas, por la cara de sueño digo. 

A las 7:15 el tren movió las ruedas. Me llamó la atención los semáforos que había en la estación. Siempre estaban apagados. 

Palomas por doquier

Llegamos a la estación de trenes de Milán. Realmente preciosa. Las vías se acababan en un mismo lado de la estación, es decir, los trenes quedaban perpendiculares a un andén de la estación y luego escogías el pasillo correspondiente. El lugar estaba lleno de tiendas de todo tipo: cafés, tiendas de ropa, quioscos, tiendas de comida rápida. Y sí, es caro, al menos el café que me pedí (3€).

Cogimos el metro y nos costó menos que en Barcelona. 1'50€ el billete individual y 4'50€ el billete de 24 horas. Teníamos la dirección del hostel donde nos íbamos a alojar (Hostel California por 14€ la noche) y la gente del lugar nos dio señas para llegar a la calle. 

Al llegar descubrimos que la hora de check-in no era hasta las 11:00. Esto es algo muy común en muchos hostels de europa, porque tienen que esperar a que la gente deje libre las camas y habitaciones. 

Así que nos buscamos la vida y encontramos un acogedor hostal de una estrella. No recuerdo la dirección pero creo que la noche fueron 25€. Tenía internet, televisión, agua caliente, toallas y unos dueños muy simpáticos. Dejamos las cosas, comimos unos bocatas que hicimos con el embutido que llevábamos en el equipaje (indispensable para los primeros días e incluso últimos; depende de la marca) y marchamos al centro.

Una vez más cogimos el metro porque nuestro alojamiento estaba situado bastante lejos del centro turístico. Sin duda teníamos un objetivo y era la Catedral de Milán, el Duomo de Milano. Llegamos sin mucha dificultad, hay 3 líneas de metro y pasan por el centro. 

Recuerdo que cuando subía las escaleras de la boca de metro y que da directamente a la capital me sentí como si estuviera en una película. Lo que vi fue una obra maestra de la creación humana (y esto es por la fachada, luego dentro...). Lo que también vi fue un ejército de palomas. ¡Dios! Creo que dentro de la bandada de palomas que controlaban el centro de la plaza pude divisar a un par de turistas asiáticos con un "palo selfie". A una de las turistas que por allí rondaban, casualmente también asíatica, no se le ocurrió otra cosa que extender los brazos y hacer de espantapájaros. Más que espantar a los pájaros los atrajo. Conté 4 palomas en sus dos brazos. 

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Foto: Propia. He aquí unos alegres turistas con unas palomas que parece que no tienen miedo a los humanos. Se creen las dueñas del lugar (y lo son). 

La boca abierta

Para entrar en la catedral hay que pagar. Hay varias opciones que van desde entrada normal y entrada al museo que está en la misma plaza; entrada para ver el tejado, el museo y catedral y alguna opción más. 

Nos costó 3€ creo, la entrada a la catedral solamente. Bastante barato, he de decir. Pasamos el control y cruzamos las grandes puertas. Lo que vi dentro hizo que se me descolocase la mandíbula. Jamás había visto una catedral tan bonita, tan grande y tan magestuosa. Sí, esa es la palabra. 

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Foto: Propia. Esta al menos está acabada, no como la de Valladolid que la dejaron a medias. 

Recalco otra vez lo de tener suerte. Entramos y estaban celebrando la misa. La zona de los bancos donde se sienta la gente estaba restringida. Solo podían acceder aquellas personas de confianza que acudían a misa asiduamente. Al menos dejaban hacer fotos de las increíbles columnas, los arcos góticos y las ventanas del coro, las más grandes del mundo. La primera piedra se puso en 1386 y su construcción se extendió varios siglos hasta que en 1965 se terminó de colocar la última puerta. En 2008 se acabaron las labores de restauración de la fachada. A ver si los de Barcelona toman ejemplo con la Sagrada Familia. 

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Foto: Propia. Ojalá hubiera tenido una cámara mejor. 

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Foto: Propia. Yep, some gothic arches over there. 

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Foto: Propia. San Bartolomé. 

En la segunda parte de esta entrada hablaré sobre el centro de la ciudad, un parque gigante y la localización de nuestro hostal. 


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